PIANO PARA EL RECUERDO


Es sabido que la pianista china Yuja Wang es tan brillante como enigmática, tan mediática como distante, tan certera como imprevisible. De todos esos calificativos, e incluso de alguno más, dio muestra suficiente la virtuosa de Beijing en su comparecencia a su cita con el Festival Internacional de Santander en la noche del viernes 9. 

Como de costumbre, el contenido del programa no se conoció hasta estar sentados en nuestras butacas, dado que Wang nunca anuncia las piezas de sus conciertos hasta que prueba el instrumento y en la sala donde lo va a tocar. En este caso, la concertista pudo lucirse en el nuevo piano que se ha integrado en el Festival, un magnífico Petrof que, pudimos comprobar después, tiene un sonido espectacular, redondo y cálido.

Exquisitas piezas de los siglos XIX y XX fueron finalmente las elegidas para disfrutar durante la noche. Alta exigencia, delicadeza e introspección son los caracteres comunes de las obras seleccionadas de Ravel (Jeaux d’eau), Scriabin (Fantasía en si menor, op. 28), Blumenfeld (Estudio para la mano izquierda, op. 36), Debussy (cinco de sus veinticuatro preludios para piano), Sancan (Toccata) y Chopin (dos de sus cuatro baladas).

Yuja Wang apareció con un etéreo vestido de seda marfil con aberturas que dejaba a la vista sus piernas y sus altísimos tacones con plataforma. Saludó de manera casi marcial y acometió inmediatamente con sutileza los Juegos de agua de Ravel, virtuoso poema tonal que remite a Liszt y obra iniciática del impresionismo musical. Este fluido comienzo sirvió de suave trampolín a una de las piezas fuertes de la noche, la Fantasía en si menor de Scriabin, que de alguna manera trazó un puente con las baladas de Chopin que cerraron la velada por su espíritu común: una línea de bajo que desciende de forma drástica mientras contiende con una melodía ascendente. Se trata de una obra muy rítmica, con complejos arpegios de barrido, texturas densas y pasajes contrapuntísticos. Wang mostró un dominio extraordinario de la Fantasía con precisión e intensidad, sin privarse de usar el pedal para enriquecer el caudal, hasta culminar en una coda triunfal y arrebatadora.

El tono se relajó parcialmente con el Estudio para la mano izquierda de Blumenfeld, pieza de enorme dificultad que fue compuesta por el músico de Ucrania en mitad de una sífilis muy agresiva que le paralizó la parte derecha de su cuerpo. Yuja Wang la abordó con una técnica inobjetable, y tras una furiosa tocata del compositor francés Sancan, nos introdujo justo a continuación en el onírico universo de Debussy. Sus Preludios, cima de la música impresionista recorrida por un espíritu libre y ensoñado, constituyen una obra capital del compositor francés, que los definió como “viajes de la imaginación”. Y ciertamente ese efecto causaron en nosotros a través de la transparencia interpretativa insuflada por la pianista china, que no renunció, sin embargo, a la virtuosa intensidad de páginas como Ce qu’a vu le vent d’ouest o Feux d’artifice.

El programa se cerraba con dos de las preciosas y difíciles baladas de Chopin, inspiradas en poemas de Mickiewicz. La número 1, definida como “salvaje” por Schumann, constituyó uno de los momentos más bonitos de la jornada. Presentado con una digitación cristalina, pasó de la melancolía al vigor con facilidad deliciosa, rematándose con una coda de impacto y arrastrándonos en una corriente irresistible de emociones. La balada número 4, en fa menor, fascinó por el maravilloso fraseo de sus contrastes líricos y agitados.

Es de lamentar que una parte del público asistente no estuviera a la altura de la increíble jornada que estábamos presenciando: toses sin control, ruidos constantes, caída de objetos metálicos, conversaciones, un móvil en activo… Todo ello resultó sumamente molesto para los que allí estábamos, y desde luego para la pianista, que miró al patio de butacas más de una vez con enfado, y hasta hizo ademán de abandonar el concierto.

Sin embargo, tal vez por los desaforados aplausos que suscitó su actuación, la intérprete acabó por salir de nuevo a escena pasados unos interminables minutos y… comenzó de nuevo el espectáculo, en lo que podría decirse que fue un concierto paralelo. De la cabeza de Yuja Wang iban brotando melodías que trasladaba al piano de modo caprichoso y mágico, recorriendo diferentes geografías, tiempos y estilos. Márquez, Prokófiev, Shostakóvich, Glass… hasta doce propinas regaló la intérprete china, en un alarde de dominio total.

Una gran noche, sin duda, que quedará en los anales del recuerdo para el nuevo Festival Internacional de Santander.

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