JUVENTUD Y TRADICIÓN


En el marco de su gira de presentación de su nueva compañía de danza, la CND (Compañía Nacho Duato, que no Compañía Nacional de Danza: nótese el guiño), hemos podido asistir en el día de ayer, en la Sala Argenta del Palacio de Festivales, al espectáculo integrado por tres coreografías del bailarín de Valencia: Jardí tancat (1983), Duende (1991) y Na Floresta (1990). Se trata de una nueva cita del Festival Internacional de Santander con la danza, que en esta 73 convocatoria ha sido muy frecuentada.

Las tres coreografías de Duato son ya clásicos reconocidos. Los alumbró en una etapa que podríamos calificar de “juvenil”, en el Nederlands Dans Theater, siendo la más antigua Jardí tancat, separada en casi diez años de las otras dos. Ahora, Duato vuelve a rescatarlas para un elenco de jóvenes bailarines que forman parte de su proyecto dancístico: integrarán la compañía durante dos años para dejar paso a sucesores más jóvenes o inexpertos. Parece lógico, entonces, que Nacho Duato plantee estas piezas y no otras, piezas que tal vez no se definan por una dificultad extraordinaria, sino más bien por una exaltada exhibición del placer de bailar. Tres coreografías, por otra parte, no excesivamente largas, que permiten saborear breves capítulos de ese dulce espíritu del baile.

Jardí tancat es una obra de esencia grupal, como se aprecia en sus pasajes más intensos. La música de María del Mar Bonet –cantos populares centenarios imbuidos de aires líricos y de temática social– fomenta este planteamiento. Se notó un cierto nerviosismo del cuerpo de baile en el inicio, entendemos que natural en una plantilla joven. Conforme fue avanzando la coreografía fue también creciendo la confianza de los bailarines de forma notable. En El pi de Formentor se apreció la sensible cualidad de las bailarinas de la compañía, con movimientos expresivos y delicadísimos de sus brazos que las hacían parecer aves auténticas, mientras que Els rústics madrigals subrayó el espíritu colectivo de la coreografía. No faltaron bellos solos y pasos a dos, donde los bailarines se sintieron más seguros, que redondearon la propuesta.

Duende es una coreografía mágica, a tono con la siempre misteriosa y cautivadora música de Debussy (Sonata para flauta, viola y arpa, Syrinx y Danse Sacrée et Danse Profane). Si en el jardín cerrado nos costó un poco entrar, los duendes del impresionismo nos proporcionaron estampas dancísticas de belleza superior. Los bailarines se mostraron dueños absolutos de su propio espacio, exhibiendo verdaderas esculturas de armonía que se deslizaban en las aguas surcadas de nenúfares o en las reverberaciones orientales de la música de Debussy. Los pasos a dos resultaron especialmente conmovedores.

Frente a la amorosa penumbra de Duende, Na Floresta nos asalta con inesperada luminosidad, y ecos selváticos y folklóricos que invitan a la sensualidad. No cabía esperar menos de las evocadoras músicas de Heitor Villa-Lobos y Wagner Tisso. Esta última coreografía, de movimientos más dinámicos y con excelente compenetración entre todos los miembros del cuerpo de baile, se nos hizo corta, quizá por su mayor temperatura escénica.

Es emocionante percibir el gran trabajo entregado por los bailarines a cada paso, escuchándose incluso su respiración desde la butaca. Los jóvenes danzarines de Nacho Duato nos regalaron una preciosa velada repleta de intensidad que fue muy aplaudida por el auditorio de la Sala Argenta, llena a rebosar.

Es una lástima que, una vez más, los teléfonos y las toses fueran una insufrible constante, por no hablar de que ya se están introduciendo comidas y bebidas en el recinto palaciego, lo que nos parece un absoluto error. Ahí queda dicho, para que se tomen las medidas que correspondan.