ORFEO A LA PLENA LUZ DE LOS AFECTOS

 

Considerada convencionalmente como la primera ópera de la historia, aunque estrictamente no lo fuera, el Orfeo de Monteverdi (mejor llamado “favola in música”, estrenado en Mantua en 1607, y que tomaba como referente una obra de similares características del músico Peri —Eurídice— representada  seis años antes en Florencia) es un acontecimiento de primer orden en lo musical, y tener oportunidad de escucharlo en directo en el Palacio de Festivales con la Capella Mediterranea y el Coro de Cámara Namur, bajo la dirección de Leonardo García Alarcón es un buen punto que se ha anotado en este año el Festival Internacional de Santander. Únicamente cabe decir que el anuncio de “ópera semiescenificada” se quedó en realidad un poco escaso, dado que únicamente se produjeron salidas y entradas de cantantes, sin recurrir a vestuario especifíco ad hoc’ mobiliario, proyecciones, ni ningún otro artificio escénico (más allá de un cuidado específico de la luz en ascensos y descensos y un fondo rojo en el pasaje del descenso de Orfeo a los infiernos).

Leonardo García Alarcón sabe mucho de música barroca, (no en vano fue discípulo de Gabriel Garrido) y aunque con este Monteverdi específico nos estamos moviendo precisamente en una muy palpable transición del Renacimiento tardío al Barroco (concepto, estilo de canto, el propio libreto en forma y tema…), el maestro argentino-suizo sabe captar a la perfección ese puente, en el que resultan fundamentales los afectos, cuyo reflejo e interiorización por el espectador resultaban fundamentales en la obra monteverdiana.

Alarcón plantea un Orfeo integral, ocupando toda la escena, amalgamando a los músicos para lograr un sonido compacto y dispersando a los cantantes, ocasionalmente, entre el público. De hecho, logra un efecto interesante cuando acomete la célebre fanfarria inicial, que de repente parece quedar interrumpida para inmediatamente prolongarse en unos músicos descendiendo con sus metales y percusiones por entre el patio de butacas.

A nivel instrumental, Alarcón ordena un Orfeo muy vivaz, de tiempos rápidos, sin poner con ello en peligro la expresividad de la partitura. La Capella lo sigue sin titubeos —es verdad que hay algún momento de confusión aislado— logrando una tersa y fluida interpretación. La primera parte de la obra es más calmada y descriptiva, más bucólica, hasta el anuncio fatal de la mensajera (por cierto, qué pedazo de entrada hace la mezzo belga Coline Dutilleul: intensa, dramática, potente, de timbre bellísimo). En la segunda parte intervienen muchos más personajes, hay tres planos (el terrenal, el infernal y el celestial), y lógicamente la acción se acelera y lo mismo la pasión de música y músicos.

Valerio Contaldo hace un excelente Orfeo de principio a fin. Su papel es duro y culmina la obra con voz y expresividad más que suficientes. Su canto resulta quizá peculiar dentro del estilo monteverdiano, recuerda vagamente a Marco Beasley aunque con mayor vibrato, pero su amor por Eurídice nos queda fuera de toda duda. En realidad, todo el elenco estuvo a una altura magnífica: pizpireta y sutil a la vez supo ser la soprano Mariana Flores como Música y como Eurídice, la francesa Anna Reinhold tuvo una intervención exquisita y celestial (a pesar de estar recluida, en su papel de Proserpina, en los infiernos), el Plutón del argentino Alejandro Meerapfel fue un bajo barítono de innegable contundencia y lo mismo cabe decir del Caronte del italiano Salvo Vitale. En realidad, el elenco al completo fue de primer orden (por citar una excepción, no nos satisfizo el contratenor) y totalmente ajustado al hacer monteverdiano.

El Coro de Cámara Namur es gozoso: empastado y con un control de volumen encomiable, redondeando la versión general de la obra, atinada y luminosa, vigorosa y al tiempo respetuosa en equilibrados continuos con dominio pleno de la cuerda pulsada, muy presente en los entornos infernales. Por lo demás, es una delicia contemplar el despliegue de instrumentos maravillosos como sacabuches, arpas barrocas, cornetos…

El Orfeo constituyó, en suma, un gran acierto del Festival y, seguramente, una de sus mejores convocatorias en este año.