ESPLENDOR VENECIANO EN EL FIS

 


Es innegable que Europa Galante continúa siendo una de las agrupaciones barrocas, y más específicamente vivaldianas, de referencia en cualquier discoteca. Fabio Biondi, como violín y director, funciona espléndidamente en ambas facetas, si bien quizá preferimos quedarnos con la de violinista. Una buena lección en la que ratificarnos sobre este punto fue la que nos proporcionó en la noche del miércoles con su programa íntegramente dedicado al Prete Rosso dentro de la programación del Festival Internacional de Santander, con una velada muy bien articulada, en la que se alternaron conciertos, arias (a cargo de la soprano suiza Marie Lys) y sinfonías. En concreto, el programa estuvo conformado por los conciertos para cuerdas RV152, para violín RV222 y para violín, cuerdas y clavicémbalo RV182; además, Lys se hizo cargo de arias del Argippo (ese pastiche vivaldiano maravilloso a base de sustracciones de Hasse, Porpora, Vinci, Pescetti, Fioré y Galeazzi), el Orlando y La Fida Ninfa, y a ello se añadió la Sinfonía de La Senna Festeggiante.

Biondi, además de una leyenda viva y un gran vivaldiano, es un músico muy hábil. Con ello queremos decir que las piezas más sobrecogedoras de la noche quedaron reservadas a su instrumento. Hubo en especial momentos conmovedores hasta la lágrima en los conciertos RV222 y RV182, en los movimientos “Largo”. Por lo demás, ha sabido rodearse para este proyecto de un cuarteto muy sólido de músicos, perfectos en dinámicas (a pesar de que no lo pone fácil la Sala Argenta a las agrupaciones historicistas) y muy atentos a los tempi a veces arrebatados del director palermitano.

Las intervenciones de Marie Lys fueron algo irregulares. Su registro medio es muy bello, si bien con un exceso de vibrato, y delicadamente carnoso, aunque los agudos resultan más tensos y le cuesta realizar las transiciones, y lo mismo le ocurre con el registro bajo, mucho más pequeño. Curiosamente, la velada le impuso arias de bravura (sufrió con las endiabladas coloraturas de La Fida Ninfa), cuando creemos que hubiera despuntado con mayor exquisitez en arias más tranquilas, como demostró con la preciosa propina del Argippo con que obsequió al auditorio tras los numerosos aplausos (“Un certo non so che”).

La noche terminó con un homenaje explícito de Biondi a la belleza del arte femenino, mencionando la muerte de Renata Scotto y dedicándole uno de los maravillosos movimientos interpretados en su día por su adorada –lo mismo que por el cura pelirrojo– Chiara de La Pietà, cuando ya en los comienzos del XVIII esa música delicadísima empezaba a quedar desplazada por el regaetton napolitano.

Tantas veces apenas setenta minutos pueden constituir el tiempo justo y necesario para apreciar la exactitud de la belleza.