PUNTADAS CONTRA EL OLVIDO

Los días de la nieve es una obra de teatro de Alberto Conejero que Rosario Pardo defiende en un monólogo de hora y cuarto bajo la dirección de Chema del Barco. El montaje lleva en gira desde 2017 y en ella continúa hoy, cinco años después, en el 80 aniversario de la muerte de Miguel Hernández. Hemos podido verlo esta semana en la Sala Pereda del Palacio de Festivales. 
El texto de Conejero es sencillo pero eficaz. El dramaturgo adopta el punto de vista de la esposa de Miguel, Josefina Manresa, para realizar un sucinto paseo por los principales hitos biográficos del poeta oriolano. Al tiempo, se nos ofrece la intimidad más emotiva de la esposa, que evoca su vida surcada por las dificultades propias y familiares (su infancia pobre, su temprana dedicación a la costura y su posterior glaucoma, el padre que murió asesinado en la guerra…), y sus recuerdos entrelazados con los de su marido (noviazgo, hijos en común, encarcelamiento, muerte). El discurso se cose, precisamente, con el hilo de Josefina (incluyendo retales de las propias memorias escritas por ella en los años 80) y también con otros hilos externos muy superficiales pero bien traídos: fragmentos de cartas, poemas, amigos del poeta (Vicente Aleixandre, Ramón Sijé). 
El montaje nos instala en el taller de Josefina, donde esta confecciona un vestido ensoñado y simbólico para una interlocutora silenciosa que le sirve de apoyo “fuera de campo” en el desarrollo del monólogo. Es justamente este artificio el que menos gusta, ya que resulta impostado y didáctico en exceso por su apelación quejumbrosa a quienes se han aproximado a la viuda del poeta de forma interesada para obtener información o documentos. Se echa en falta una mayor profundidad en el texto (correctamente construido, con equilibrio entre aliento poético y la limpieza expresiva, aunque algo ñoño y algo hagiográfico en algún que otro pasaje), si bien a cambio la interpretación de Rosario Pardo compensa esta carencia. La actriz resulta natural y convincente, vive su papel, y durante la representación nos creemos a Josefina Manresa, una tejedora más en la larga ristra de mujeres que entre hilvanes y a golpe de aguja han solucionado a lo largo de la Historia sus pérdidas. 
La escenografía es discreta pero eficaz: una máquina de coser, un baúl que contiene la vida entera de Josefina y Miguel, y un maniquí con un vestido “azul de mar” que encarna la vida que nunca pudo ser. Sin más pretensiones. Los días de la nieve es un montaje modesto en concepto y recursos, y sin embargo honesto, en que empatizamos con el dolor elegante de la sencilla viuda de uno de los poetas más emocionantes de nuestras letras.