La Orquesta
Sinfónica de la Radio de Frankfurt con el director parisino de origen armenio
Alain Altinoglu al frente fue la protagonista de una nueva jornada sinfónica en
el Festival Internacional de Santander con un programa un tanto singular e
internacional, precisamente, que basculó entre la obertura de la verdiana La fuerza del destino, el celebérrimo Concierto para violín en re
menor, op. 47 de Sibelius, los Nocturnos de Debussy y una singular y
menos conocida suite orquestal del judío polaco Mieczyslaw Weinberg.
La noche
comenzó con fuerza con la mencionada obertura, una pieza trágica y lírica al tiempo. La
orquesta desplegó todo su poderío a tono con la intencionalidad de la
obra. Altinoglu condujo a la orquesta sin desmayo en una exhibición de la riqueza de las diferentes secciones de la
orquesta.
Estos
exultantes minutos de calentamiento sirvieron de introducción al que prometía
ser el plato estrella de la noche, el bellísimo concierto de Sibelius, tan
exigente y tan deslumbrante a la vez. La violinista coreana Bomsori Kim era la
llamada a ser gran protagonista del concierto con su Guadagnini del XVIII
(mucho violín “de altura” ha habido en este FIS, mayor que la de sus
intérpretes). El concierto núm. 47 se ha ejecutado ya varias veces en el FIS.
No es, por tanto, ninguna novedad para el auditorio y, sin embargo, de modo
sorprendente, la violinista fue interrumpida con aplausos sonoros en cada uno
de los movimientos. Algo que deja en muy mal lugar ante los músicos a los
espectadores del Festival, generándose incluso algún apelativo por parte de algunos
de los oyentes en la sala que no repetiremos a pesar de su certeza. El caso es
que tampoco comprendemos que se aplaudiera tanto a la instrumentista teniendo
en cuenta su versión del concierto. Despiadado, bello y oscuro es el tono de la
obra que en su día sedujera irremediablemente a Heifetz, pero Kim se perdió, se
perdió inevitablemente en los bosques fineses, realizando extrañas
ornamentaciones, forzando con escasa elegancia su postura y sufriendo
notablemente en los pasajes más duros. Incluso en un momento dado bajó su mano izquierda
e hizo un gesto de dolor con apertura y cierre reiterados de sus dedos. Su
violín exhibió un bonito sonido absolutamente desperdiciado, que destiló
cualquier cosa menos el concierto del compositor que soñó con una pieza
emocional y virtuosística que no llegamos a escuchar. Por otra parte, hay que
decir que tampoco la orquesta ayudó mucho a la solista, enmascarándola con
excesivo volumen en algunos pasajes.
Ya en la
segunda parte de la noche, los de Frankfurt moderaron sus naturales ímpetus
para acometer a Debussy en sus Nocturnos, obra impresionista y delicada
que precisamente por ello requiere mayor moderación. Si la orquesta se acomodó
a la delicadeza exigida por esta composición casi pictórica del francés, que
inauguraba el siglo XX y así la modernidad, no cabe decir lo mismo del coro
Vocalia Taldez, del que hubiera sido esperable una mayor sutileza. Fue una
feliz ocurrencia su atavío en diferentes tonos de azul, pero las voces
resultaron demasiado compactas y un poco toscas, en absoluto alígeras; “poco
impresionistas”, podríamos decir, en suma.
Es probable
que el mejor bocado de la noche fuera precisamente la suite de Mieczyslaw
Weinberg, una pieza llamativa para el auditorio por su escasísima frecuencia en
las programaciones. Emergiendo con exquisita delicadeza tras las brumosas
veleidades de Debussy, su sonido nítido y limpio resultó un bálsamo para los
oídos (por cierto, una delicia el concertino). Altinoglu se hallaba en estado
de gracia en esta pieza y condujo a la orquesta con total seguridad en todas
sus secciones. Los primeros movimientos resultan más melódicos y bellos que los
últimos, pues la composición sigue un in crescendo en tono e instrumentación
hasta terminar con un movimiento absolutamente folklórico. Este giro del
concierto fue muy aplaudido por el público, que se vio obsequiado con una
propina brahmsiana, pues es evidente que la Orquesta Sinfónica de la Radio de
Frankfurt se encuentra más cómoda en este tipo de repertorios. Nosotros, en
relación con ellos, también.