La noche del viernes en la Sala
Argenta del Palacio de Festivales fue ciertamente especial y muy satisfactoria.
La danza en Santander cuenta con un público fiel y, aunque nuestra ciudad no se
halla precisamente en la vanguardia en lo que se refiere a programación en esta
disciplina, es cierto que de vez en cuando nos llevamos alguna alegría. Así
ocurrió en esta última velada, en que hubo ocasión de asistir a un hermoso y
variado programa de la Compañía Nacional de Danza, en estos momentos bajo las
indicaciones de Joaquín de Luz.
Se abrió la noche con una bella y ya
clásica coreografía del extraordinario Hans von Manen concentrada en una música
muy difícil de trasladar al formato de danza: la Gran Fuga, op. 133, y la
Cavatina del cuarteto op. 130 de Beethoven, con ocho bailarines de la CND
realizando su estreno. Es famosa la anécdota según la cual Balanchine le dijo a
Manen que, si había una música que no se pudiera bailar, esa era la de Beethoven.
Manen se lo tomó como un reto personal, centrándose además en los últimos y
tortuosos cuartetos del sordo genial. El resultado es una apuesta muy sobria,
limpia, cruda en algunos de sus pasajes, con un vestuario tan turbador como maravilloso
que permite un tour de force final en que se ponen de manifiesto las complejas
relaciones de pareja. La elegancia y la sensualidad dominan una coreografía
magníficamente iluminada por Joop Caboort y muy bien resuelta por la CND.
A continuación sobrevino una grata sorpresa:
la Polyphonia que en su día creó el coreógrafo Christopher Wheeldon también
para ocho bailarines para el New York City Ballet a partir de diez piezas para
piano de Ligeti, entre las que se incluyen algunos de sus Estudios para piano
(Primer Libro), movimientos de su celebérrima Musica Ricercata (muy
reconocible por su empleo en el inquietante filme Eyes Wide Shut), Dos
caprichos y Dos bailes nupciales. La grata sorpresa, más allá de la
coreografía en sí, fue la atinada intervención en directo al piano de Mario
Prisuelos. La obra es absolutamente preciosa y juega con una iluminación oscura
que se debate entre la tragedia y la comedia, en una apuesta lúdica muy propia
de Ligeti. Deben destacarse los pasos a dos, plenos de exquisitez y sensibilidad.
Pura emoción.
Por último, se cerró el programa con
la obra estreno que el público aguardaba con expectación: Morgen, con
coreografía de Nacho Duato y música de Pedro Alcalde. No es Morgen una obra
sencilla, complaciente; antes bien, se trata de una reflexión sobre el suicidio
realizada con valentía y sin contemplaciones. La música de Alcalde es
fantástica, provocadora, y la coreografía de Duato, que parte de unos versos de
la poeta norteamericana Dorothy Parker, se columpia entre el poder del
personaje que se deja arrastrar por la fuerza arrebatadora de la muerte y la
delicadeza de la superviviente que opta por la lucha final, simbolizada en el
punto y coma (la continuación) con que prolonga su vida. Toda la coreografía
con sus doce bailarines es realmente impactante, aunque destacan los
estremecedores solos del magnífico bailarín Isaac Montllor debatiéndose con el
plástico letal. El final de la obra transita hacia un hermoso y armónico final
con música de Strauss que se subraya con una luna esplendorosa al fondo de la
escena.
A pesar de algún desajuste ocasional,
la intensidad de un estreno atenúa todo lo que la compañía en sus giras
sucesivas limará sin duda. Qué gran programa, qué gran trabajo y qué gran
noche.