Las siete últimas palabras de
Cristo en la Cruz es una obra de Haydn alumbrada por este hallándose ya
libre de sus compromisos con los Esterházy, y que responde al espíritu de un
encargo singular, siendo su origen plenamente hispánico, y más en particular,
gaditano, pues este fue el lugar donde se estrenó; siendo más precisos, fue en
el Oratorio de la Santa Cueva donde se escuchó por vez primera.
No puede decirse que Haydn se
encontrara especialmente satisfecho con la obra, pues su aliento resultaba
demasiado abatido para el gusto del compositor. Sus sucesivos y largos adagios
y su temática rígida no permitían demasiadas licencias, ni sugerían una
recepción entusiasta por el público. Tal vez por ello, Haydn introdujo un par
de movimientos adicionales, y en especial un último —«Terremoto»— que añadía un
soplo de esperanza final a la obra y rompía su monotonía conceptual cerrándola
con un fortissimo.
Por lo demás, Haydn concibió
varias instrumentaciones para la obra; entre ellas, una para cuarteto de
cuerda, que es la que se pudo escuchar en la noche del viernes en el Festival
Internacional de Santander, si bien con una particularidad: ya en el XIX, el
músico Francisco Asenjo Barbieri alumbró una suerte de composición, por no
decir ejercicio, que complementaba esas palabras haydnianas, valiéndose de una
flauta travesera con momentos independientes, pasajes en que doblaba al primer
violín, transiciones en que pretendía cubrir silencios entre los diferentes
componentes de la obra... El musicólogo Javier Orellana fue el responsable del
hallazgo de esta partitura en la Biblioteca Nacional y el joven cuarteto de
cuerda La Spagna decidió desempolvarlo.
No es la primera vez que la
versión para cuerdas de Haydn se deja acompañar del quehacer de algún poeta
(como John Donne) o de la voz de un narrador (como Mark Strand). En este caso,
textos de inspiración evangélica de José Mateos y la presencia escénica y voz
de José Luis Gómez cumplieron esa función. Por fortuna, Gómez enmendó en
directo con una correcta pronunciación de los pasajes en latín la que se puede
apreciar en el tráiler promocional de este espectáculo de La Spagna, salpicado
de errores de dicción bastante reprobables en un actor de su talento.
Rafael Ruibérriz fue la flauta
solista —buen solista, todo hay que decirlo— que aportó la nota distintiva a la
obra de Haydn. Particularmente, nos parece que las intervenciones de Barbieri
imprimen un hálito romántico y un tanto monótono a la obra que le es bastante
ajeno, dulcificando impropiamente escenas y arrastrando al cuarteto a una
limadura de contrastes que le resta intensidad. Frente al temor de Haydn, Las
siete palabras constituyen una obra turbadora que queda desprovista de
fuerza y capacidad de conmoción con los añadidos de Barbieri; así ocurrió, por
ejemplo, en la sonata V («Sitio») o precisamente en el cierre, «Terremoto», en
que tutta la forza quedó desdibujada. A cambio, debe decirse que La
Spagna (Irene Benito y Marta Mayoral, violines; Rosa San Martín, viola;
Alejandro Marías, violonchelo) es un cuarteto solvente, bien empastado, con
buena compenetración, tal como demostró en interesantes momentos del concierto
(muy destacable la sonata VII), que en el futuro nos deparará probablemente más
trabajos de sumo interés.
(Fotografía de Pedro Puente Hoyos)