CUANDO MÚSICA Y EMOCIÓN SE ABRAZAN

Con la cervantina referencia de Viaje al Parnaso se quiso dar título al programa con que la Orquesta Barroca de Sevilla, bien conocida y apreciada en Santander, regresaba al Festival Internacional en esta singular y un tanto accidentada 69 edición. La relación musical obvia entre los nombres de Corelli, Bach (que asumió la tradición italiana a través del estudio y transcripción de las obras del propio Corelli, también de Vivaldi o Torelli) y Handel (su opus 6 mira directamente y sin ambages al opus 6 del compositor de Fusigano) quedó subrayada en el programa de la OBS en un planteamiento circular —distinto, por cierto, del presentado en el programa que figuraba en el vestíbulo de acceso a la Sala Argenta—, comenzando y cerrando con Corelli y dejando en mitad la obra de los músicos germanos. 

La formación se presentó en esta ocasión con catorce de sus miembros, a los que se añadía la presencia como concertino y directora de la violinista germanoitaliana Cecilia Bernardini, quien a su vez toca de forma estable como concertino en el exquisito Dunedin Consort, célebre por sus registros bachianos. Ventura Rico, contrabajista y cofundador de la OBS hace más de dos décadas, se encargó de presentar el itinerario de la noche, dada la ausencia de programas de mano. De Corelli se interpretaron los concerti grossi números 3 en do menor y 4 en Re Mayor del opus 6, mientras que con Handel se rescató el concerto grosso número 4 en la menor del opus 6 y de Bach se atacó el precioso Concierto para violín en la menor, BWV 1041.

Bernardini hizo gala de su capacidad de dirección por su buena compenetración con el ensemble, y asimismo de su virtuosismo violinístico, a lo largo de todo el concierto. A pesar de su dilatada experiencia como consagrada intérprete de Bach, nos gustó más su acercamiento a la música italiana: diáfana, luminosa, con preciosas ornamentaciones y bellos trinos, y acertadísima en las improvisaciones. Estuvo deliciosa como solista y en sus diálogos con el segundo concertino Leo Rossi. Fue de destacar el magnífico acompañamiento del ripieno, de terso sonido aun a pesar de la exagerada distancia impuesta entre todos ellos por razones de seguridad sanitaria. En el arrebatado Handel brillaron de nuevo extraordinariamente el clave de Alejandro Casal, la viola impecable de José Manuel Navarro, el contrabajo de Ventura Rico y los chelos de Aldo Mata y Mercedes Ruiz. Las intervenciones de cuerda pulsada, a cargo del limeño Juan Carlos de Múlder, aportaron matices aterciopelados en pasajes escogidos. El Bach se atacó tal vez con un tempo excesivamente rápido en perjuicio de la claridad de la partitura (partitura que, por cierto, Bernardini no encontraba en su atril, cediéndole Navarro la suya en generoso gesto), aunque el resultado general fue gozoso.

Ventura Rico leyó al auditorio un soneto de su autoría dedicado a Santander, visiblemente conmovido —alguna lágrima se deslizó discretamente por su rostro— por ser este el primer concierto que brindaban como agrupación tras los frustrados ensayos de marzo en el foso del Teatro Real que estaban llamados a acompañar la gran producción de Aquiles en Esciros; esperada producción que finalmente no pudimos presenciar, muy a nuestro pesar, por la declaración del estado de alarma en nuestro país.

La noche se cerró con una propina handeliana, el allegro del concerto grosso número 10 del opus 6, que puso feliz broche a una velada en que la buena música y la emoción se dieron un estrecho abrazo.