COLETAZOS DE UNA CELEBRACIÓN

En la noche del miércoles tuvo lugar en la Sala Argenta del Palacio de Festivales la conmemoración, a cargo del ensemble Collegium Musicum de Madrid, del quinto aniversario de la terrible expedición marítima de Fernando de Magallanes en busca de «el paso» —según su expresión propia— que permitiera acceder desde el Atlántico al Pacífico Sur. Aquella asombrosa circunnavegación asaltada por mil contratiempos y sinsabores, en la que perecieron más de doscientos hombres —incluido el mismo Magallanes—, fue narrada con pulso firme por Stefan Zweig, y esa narración biográfica, junto con una crónica del marino Antoni Pigafetta, es el material que rescata Collegium Musicum —con adaptación de David Álvarez— en su espectáculo dramático-musical Rumbo a Poniente, con el actor Óscar Zafra en la piel del narrador y los músicos Belén Nieto (flauta), Daniel Garay (percusión), Víctor Sordo (tenor) y una soprano holandesa cuyo nombre no figuraba en programa, todos ellos comandados por Manuel Minguillón (también a la vihuela). En lo musical, piezas de Mudarra, Encina, Flecha o de la Torre acompañaban el discurso de Zafra, todo bajo un montaje de luces y proyecciones de Alma Music.
Cada vez son más frecuentes estos espectáculos mixtos que conjugan varias disciplinas, si bien resultan bastante inclasificables en sí mismos, dado que suele darse mucha relevancia a la parte teatral, tal vez porque actúa como poderoso reclamo para el público, a pesar de que la música debería tener —a nuestro entender— más definida presencia. En todo caso, la propuesta de Collegium Musicum de Madrid resulta oportuna por la materia que rescata, y además lo hace desde un planteamiento bien estructurado, con piezas muy adecuadas al ritmo y hechos de la narración. Todo ello redunda en un espectáculo entretenido y bien confeccionado que se sigue con gusto, ya que además el desempeño de Zafra es encomiable y la ejecución musical es de altos vuelos: cabe destacar no solo la belleza del repertorio sino también la gran delicadeza de los músicos, a solo y en conjunto, y su perfecta compenetración. Los cantantes brillaron más en sus intervenciones individuales que en los dúos, donde los matices se desdibujaban y el texto se emborronaba; ello tal vez a causa de una amplificación innecesaria —nunca me cansaré de decir que estos planteamientos resultan mucho más limpios sin esa molesta reverberación— y mal calibrada, que apelmazaba las voces, resultando también bastante ininteligibles varios pasajes del discurso del actor. 
En todo caso, agradecimos la oportunidad de escuchar música del Renacimiento, habitualmente apartada del circuito de los grandes festivales, que presentada con gusto y amable rigor supo desprender el aroma de la ruta de las especias que evocaba.