El día en que nació Antonio Vivaldi hubo un terremoto en Venecia. No fue un gran seísmo, como el que tres siglos antes estremeció las torres de los templos, provocando un inesperado concierto de campanas desoladas en su precipitación. Tampoco fue como otro aún anterior, que más de dos siglos atrás logró retirar por completo las aguas del Gran Canal para luego retomarlas en forma de gran ola que anegó todo a su paso, absorbiendo incluso el Lido. No, el día que nació Vivaldi hubo un leve temblor como un presagio, como un susurro que anunciara que al abrirse sus ojos iba a sobrevenir una hasta entonces inaudita manera de sentir la música.
Vivaldi logró, tras su impetuosa llegada a este mundo, suscitar algún desdén (aquel ruso malvado que decía que Vivaldi siempre escribió el mismo concierto) y mucha admiración. En su obra late precisamente esa gioa di vivere que es la que atrae a la mayoría de su auditorio, pero también hay pausada reflexión, como en sus últimos conciertos, que parecieran flotar gravemente en las aguas de los canales de la Serenísima o deslizarse con elegante tristeza ya en sus últimos meses por las calles en Viena, ciudad a la que viajó en una cabriola final por enfrentar su suerte adversa. Lejos quedaban aquellos tiempos en que su labor en La Pietà veneciana le granjeaba admiradores y devotos y epígonos, y en los que escribió también alguna de sus obras más delicadas (posiblemente el más hermoso andante de un concierto de Vivaldi fue el que dedicó a Chiara la huérfana, «Chiaretta del violino», su alumna más amada tras Anna Maria, y que puede degustarse hasta la lágrima aquí, en intensísima e inigualable versión de Amandine Beyer: https://www.youtube.com/watch?v=WOdI1Dw8FHQ). Para quienes prefieran escuchar a ese Vivaldi más inusual, cercano ya a su progresiva decadencia vital y emocional, pueden acudir al precioso disco I concerti dell’addio (Glossa, 2014), interpretado por un exquisito Fabio Biondi al frente de su Europa Galante: seis conciertos en que la madurez interpretativa y musical alza la frente ante el pertinaz confinamiento de las máscaras.