POESÍA COMO RESISTENCIA

Cristina de Pizán es bien conocida como adalid de las más refinadas manifestaciones del feminismo –qué gran libro su Ciudad de las damas– y asimismo por su amor a la literatura grecolatina y su pasión por el humanismo protorrenacentista. Lo que quizá se ha difundido menos a la hora de abordar su singular y vindicativa biografía ha sido el hecho de que se casó a los 15 años con Étienne du Castel, a la sazón secretario de Carlos V de Francia, y que tan solo diez años más tarde, en 1390, la desventura le arrebató a su esposo por vía de la peste negra que en aquel entonces asolaba Europa. Aun teniendo que luchar denodadamente contra las leyes provaroniles de su época por conservar los derechos sobre la herencia de su cónyuge, Cristina de Pizán halló el tiempo para componer uno de los más bellos, inquietantes y conmovedores lamentos de la literatura tardomedieval. Más allá de los tópicos habitualmente explorados en el género elegiaco, Pizán –por cierto, delicada poeta que necesita una urgente y primorosa revisión– incide en la tristeza de vivir a diario sin su esposo, en una existencia que no conoce «ni la cura del dolor ni el alivio de la muerte». Parece que pocos años más tarde el Señor de Germolles le encargó a la veneciana la escritura de una biografía de su padre y le cedió para ello aposentos en su palacio, hoy la más suntuosa propiedad de los duques de Borgoña. En este palacio el ensemble Asteria, con la soprano Sylvia Rhyne y el laudista Eric Redlinger, realiza una emotiva interpretación del lamento de Pizán (‘Duel angoisseus’, Asteria, 2006), con preciosa música de Gilles Binchois, que también puede escucharse aquí: https://youtu.be/G34FTPzWO-M). La poesía siempre resiste más allá de la desdicha.