LA DIMENSIÓN DE LA VICTORIA

El 3 de diciembre de 1944 el ejército británico abrió fuego –en una turbia maniobra concebida por Churchill– contra una multitud de manifestantes que apoyaban a los partisanos que hasta ese momento habían sido aliados de Gran Bretaña contra los nazis. Mientras Míkis Theodorakis se detenía a empapar una bandera griega en la sangre de los caídos, un hombre de apenas 22 años se protegía en un edificio semiderruido de la lluvia de obuses que caía implacable sobre la traicionada Atenas. Uno de ellos alcanzó su escondrijo y el joven, tras ver cómo el cerebro de un camarada se estrellaba contra la pared por el impacto, perdió el conocimiento. Al despertar, percibió que su ojo izquierdo y parte de su cara habían desaparecido. 
Más allá de las graves heridas sufridas, que le otorgaron su icónico rostro, Iannis Xenakis nunca olvidó la grandeza de aquella sangrienta manifestación que, en definitiva, reivindicaba el más libre paisaje de la Hélade. Diez años más tarde alumbró su primera obra maestra, una composición contundente y sensual: Metástasis, en la que «una multitud grita un eslogan, otra grita otro, el ritmo perfecto de la última consigna se rompe en una masa enorme de gritos caóticos, se oyen disparos de ametralladoras y se instala en el lugar una calma detonante llena de desesperación, de muerte y de polvo. Pero la nota al unísono al final sugiere que se ha salido vencedor en la batalla». En solo siete minutos Xenakis nos muestra la irresistible, cósmica dimensión de esa victoria, construida a través de las partes individualizadas de 61 instrumentistas (puede escucharse en la mítica grabación del sello Le Chant du Monde o aquí: https://youtu.be/SCe25-TXbFk).