LA BELLEZA QUE NOS SALVA

Durante siglos incesantes la cultura ha estado asociada a la oscuridad: la oscuridad en torno de la caricia de una precaria llama, la oscuridad del scriptorium solitario del copista más paciente, la oscuridad en que el silencio gusta de envolverse para atisbar la noche del alma, la oscuridad de la casa retirada, la oscuridad de los ojos sajados de Bach, o la oscuridad que se cobija en los resquicios de la enfermedad. Esa oscuridad, sin embargo, ha propiciado no solo la eclosión de la cultura, sino también, y sobre todo, la insolente aparición de la belleza. Y es que el instinto de supervivencia natural de la belleza demostró que Adorno se equivocaba cuando negó a la poesía su razón de ser tras la barbarie de la Segunda Guerra Mundial.
Estos tiempos duros que hoy vivimos guardan relación remota con las dolencias que asolaban la Europa del siglo XVII: no únicamente las epidemias, sino además la corrupción, las guerras, las hambrunas, asignaron a esos años la ilustrativa denominación de Siglo de Hierro. Sin embargo, ese siglo férreo fue testigo, seguramente, de la mayor proliferación de músicos y, en especial, de violinistas, más sorprendente de la Historia de la Música. Junto a la descomunal innovación creativa que se produce en las formas musicales de este siglo decisivo –el esplendor del bajo continuo, la armonía, la perfección de la sonata…– se asienta un concepto compositivo que mira hacia la recuperación de la Naturaleza, hacia una ética que tiene mucho que ver con la mecánica celeste, y en consecuencia con el amor en todas sus manifestaciones. Es así como la estela de la belleza recorre nuestro continente desde Italia a Austria o Alemania, proponiendo con frecuencia desde una atalaya sacra una música profundamente profana: amorosa y conciliadora con el mundo. En su disco La Bellezza Lina Tur Bonet y su ensemble Musica Alchemica despliegan la fantástica cosmogonía de Matteis, la sensualidad de Falconiero, el gozo arrebatado de Biber, la ensimismada introspección de Cima... Es difícil escoger una sola obra en este ramillete que con esmero y magisterio nos ofrecen la ibicenca y su grupo (sello Pan Classics, 2020). Podemos ya avanzar sin titubeos que va a tratarse de uno de los mejores discos del año. Y llega en el óptimo momento, con su belleza prodigiosa para salvar al género humano, que a veces resulta tan ingrato (véase https://youtu.be/GqkbLzwTOjQ).