En la noche del martes
ha tenido lugar dentro del Festival Internacional un concierto que,
inexplicablemente, dada la calidad de los intérpretes, ha pasado un poco
inadvertido. Nos referimos a la cita con la NDR Elbphilarmonie Orchester,
dirigida en este caso por Krysztof Urbánski, con la colaboración del gran
barítono Christian Gerhaher. El programa comprendió el adagio de la Décima Sinfonía de Mahler (inconclusa
aunque reconstruida por el musicólogo Deryck Cooke) y una selección de lieder de Des Knaben Wundenhorn (El
cuerno mágico de la juventud), mientras que la segunda parte la ocupó
íntegramente la Segunda Sinfonía de
Brahms, proponiéndonos así una suerte de contraste entre dos modos bien
distintos de entender el poderoso legado musical en el entorno germano
inmediatamente precedente.
La NDR Elbphilarmonie
es una orquesta sólida, de sonido riguroso, preciso y muy bien empastado. No
nos extraña, dado que ha estado los últimos ocho años bajo la experta e
impecable batuta de Thomas Hengelbrock, y eso deja huella. Así se apreció en el
concierto del martes, en el que dio la impresión de que la orquesta tenía muy
bien aprendida su lección, al margen de las indicaciones de su director, Krysztof
Urbánski, quien, dejando a un lado su particular «escenografía», dirigió sin
partitura pero con un concepto muy desvaído y muy poco atento a los contrastes.
Así las cosas, el Mahler de inicio, que en la partitura alterna pasajes suaves
con otros muy afilados, el lirismo con el drama, resultó excesivamente dulce.
La gran joya de la noche sobrevino sin duda con la aparición en escena de
Christian Gerhaher, que nos obsequió con una interpretación maestra de los lieder mahlerianos, cuya escritura y
textos nos deparan una dolorosa belleza. Gerhaher supo hacerse eco de ese
magnífico oxímoron con su voz de increíble expresividad y depurada técnica: musicalidad,
exquisito color, dominio pleno de velados medios tonos, transiciones asombrosas
entre los registros altos y bajos… El barítono alemán, si bien un tanto
abandonado a su suerte por Urbánski, nos emocionó con su interpretación
absolutamente comprometida de estas inquietantes piezas.
La segunda parte del
concierto continuó en la misma línea adoptada por su director desde el
comienzo. La lectura romántica de Brahms por Krysztof Urbánski resultó aquí más
adecuada, viéndose redondeada por el intachable equilibrio y gusto de la
orquesta en todas sus secciones. Fue un buen Brahms al que, no obstante, pudo
extraérsele más brillo si la dirección hubiera sido más minuciosa.
Aprovechamos para comentar la mediocridad de los programas de mano a lo largo de todo el Festival: formato pobre e incómodo, notas un poco extravagantes y a veces con errores (como la atribución de una Pasión según san Mateo a Mendelssohn, sin más especificaciones), transcripciones de programa per se también con errores (por ejemplo, la duración de la primera parte de este martes se calculaba en unos impensables 25’), ausencia generalizada de los nombres de los intérpretes aun en las orquestas más reducidas (música antigua) y omisión de cantantes y solistas relevantes en portada… En fin, una serie de inconvenientes que esperamos se solventen en sucesivas ediciones: el FIS no debería permitirse estos descuidos.
Aprovechamos para comentar la mediocridad de los programas de mano a lo largo de todo el Festival: formato pobre e incómodo, notas un poco extravagantes y a veces con errores (como la atribución de una Pasión según san Mateo a Mendelssohn, sin más especificaciones), transcripciones de programa per se también con errores (por ejemplo, la duración de la primera parte de este martes se calculaba en unos impensables 25’), ausencia generalizada de los nombres de los intérpretes aun en las orquestas más reducidas (música antigua) y omisión de cantantes y solistas relevantes en portada… En fin, una serie de inconvenientes que esperamos se solventen en sucesivas ediciones: el FIS no debería permitirse estos descuidos.
(Fotografia de Pedro Puente Hoyos)