NOCHE DE EMOCIÓN BARROCA

Con el título «Monteverdi&friends» Raquel Andueza y el ensemble La Galanía, integrado en esta noche por Pablo Prieto (violín), Manuel Vilas (arpa doppia) y Jesús Fernández Baena (tiorba), nos acercaron a la conmemoración del 450 aniversario del genio de Cremona —por desgracia muy poco celebrado en nuestro país— y a un repertorio integrado por algunas de las piezas más sutiles de compositores coetáneos y sucesores: Merula, Marini, Cavalli o Kapsberger.
Raquel Andueza hizo gala de sus mejores bazas, entre ellas su inconfundible timbre y su fantástica vocalización —que permite el perfecto seguimiento de los textos cantados—. La ductilidad de su instrumento le permite transitar de un canto lírico «técnico» a uno más abierto o «popular», transmitiendo esa increíble modernidad en la interpretación que pocos cantantes logran sin necesidad de forzar la partitura original; esta cualidad quedó perfectamente reflejada en canciones como Bella mia (anónima) o el Veglio di vita uscir monteverdiano. La extraordinaria expresividad de la cantante navarra, única en el decir, se subrayó en el absolutamente emocionante Lamento della Ninfa de Monteverdi, lo mismo que en su otro madrigal maestro, Si dolce è’il tormento. Aunque quizá, de escoger una sola obra del concierto, nos quedaríamos con el precioso Oblivion soave monteverdiano, que fue una auténtica exhibición de control de silencios, pianos y pianísimos y constituyó el culmen de la noche.
La voz de Andueza fluyó en perfecta compenetración con los instrumentistas, que conmovieron con su delicadeza y matices en todo el repertorio —estuvieron fantásticos en Cavalli y Marini y en el Monteverdi final—. Jesús Fernández nos presentó otra joya, la Toccata arpeggiata del gran Kapsberger, exquisita en tempo y con elegantísimo desarrollo en los apremios.
El programa se alteró levemente en el orden de las obras, pero se cumplió en su totalidad. Las diferentes piezas fueron presentadas y comentadas por Raquel Andueza. Como bises se ofrecieron un Lully (el encantador «Sé que me muero» de El burgués gentilhombre, muy aclamado por el público) y una exigente Jácara de la trena reconstruida por el musicólogo Álvaro Torrente y con texto de Quevedo. En suma, una gran jornada dominada por la hondura de la emoción barroca.