BRILLANTE CONCIERTO CONTRA LA BARBARIE

En la velada del pasado viernes, al amparo del Festival Internacional de Santander, se vivió uno de los momentos más conmovedores de la programación de agosto con el ensemble y coro Balthasar Neumann. Abatidos como estábamos por el golpe terrorista infligido a las ciudades de Barcelona y Cambrils, el concierto se inició con un minuto de silencio por las víctimas, para a continuación acometer un repertorio que parecía providencial y oportunísimamente escogido para la reflexión y la emoción: una primera parte con el Schubert profundo del inusual Stabat Mater en sol menor D175, y la audaz Sinfonía núm. 8, «Inacabada»; la segunda parte se consagró a Beethoven, con la Misa en Do Mayor, Op. 86, cuya rareza en sala de conciertos  la hacía muy atractiva.
La Balthasar Neumann constituye una de esas formaciones que dan pocas sorpresas porque sus miembros y su trabajo de fondo son extraordinarios. Si además se entregan a un repertorio coherente, cabe esperar los mejores resultados, y así ocurrió este viernes. El coro es imponente y lo demostró ya en el Stabat Mater, del que supo extraerse su dolorida pero sonora y contundente sobriedad. Casi sin pausa, y generando con ello un curioso efecto, se acometió la «Inacabada», sinfonía singular en la producción schubertiana no solo por sus dos movimientos sino por su naturaleza, en cierto modo romántica, predecesora de Schumann o Mendelssohn. La orquesta, capaz de ataques fulminantes y susurros de seda, subrayó el carácter fluido y luminoso de la obra bajo la batuta precisa, alternativamente firme y delicada, de Thomas Hengelbrock, gran director que siempre nos conquista con su meticulosa exquisitez.
La Misa en Do Mayor de la segunda parte supuso una joya inesperada. Menos firme en lo conceptual que la más frecuente Missa Solemnis, y a cambio mucho más íntima —ese intenso Beethoven en profunda duda ante la fe—, se nos presentó con sólida estructuración: Hengelbrock jugó con la respetuosa reverberación de los silencios entre partes creando un clima seductor, a la vez que estaba pendiente de cada mínima inflexión de la partitura y silabeaba el texto simultáneamente con el coro. Arrebatados sonaron en especial el Kyrie y el Gloria, y también la catártica traca final del Agnus Dei. El coro exhibió su empaste y precioso color, pero también la sobrada solvencia de sus solistas, que fueron rotando con brillantez en las distintas partes de la Misa.
Los merecidos aplausos se vieron recompensados por una generosa propina: la hermosa aria «Denn er hat seinen Engeln befohlen» (Pues te encomendará a sus ángeles) del oratorio Elias de Mendelssohn.