Tres
de noviembre, 1914. Cracovia, Hospital Psiquiátrico Militar. Uno de los
pacientes es encontrado muerto. Es preciso completar la ficha. Lo hace la
enfermera fría e impecable, con aséptica profesionalidad. Nombre: Georg Trakl,
oficial médico del ejército austro-húngaro. Nacimiento y deceso: 1887-1914.
Edad: 27 años y 9 meses. Historia: Paciente procedente de la batalla de Grodek,
diagnosticado de crisis nerviosa por el ejercicio de sus tareas hospitalarias, internado
en psiquiátrico, con fuerte drogodependencia. Causa del fallecimiento:
Sobredosis de cocaína, posible etiología suicida. Una muerte muy contemporánea,
vista a cien años de distancia.
Difícil intuir cuál debió
de ser el pensamiento último de Trakl en el instante preciso de morir, él que
tanto había escrito sobre la muerte. Quizá el joven oficial austriaco que no
supo resistir la guerra murió con el nombre «Grete» dibujado entre los labios. «Grete»
como breve forma de invocar a Margarethe, la pianista suave, la hermana dulce, dulce mucho más
allá de los límites de la dulzura fraternal convencional.
Como «expiación
imperfecta» definía el mismo Trakl su poesía, íntima al tiempo que culpable,
como una necesidad de abrir ventanas, de ventilar los rincones interiores
habitados por sombras lacerantes. Pero ¿expiación de qué? Hay poetas en los que
el curso de su vida es difícilmente separable de su obra. Esto ocurre con mayor
frecuencia que en los narradores. Seguramente por la propia naturaleza de la
poesía, depuradora, sintética e intensiva, frente a la narración, que es
extensiva, como quería Cirlot: la poesía como único modo de exonerarse de la
vida.
Georg Trakl provenía de
una familia burguesa, de un ambiente tradicional que no llegó a cuajar en el
espíritu del escritor salzburgués. Con dieciocho años el joven Georg abandona
sus estudios y entra a trabajar en una farmacia, donde se aficiona al uso
desmedido del cloroformo para aplacar la tensión nerviosa que sistemáticamente
le acomete. Así entra en una dependencia de drogas y sedantes diversos que no abandonará
hasta el fin mismo de sus días. Cinco años más tarde logrará obtener, sin
embargo, el Magister der Pharmazie por la Universidad de Viena.
Pero no había de ser la
de las drogas la más torturante dependencia de Georg Trakl. A sus veinte años,
hacia 1907, cabe situar el inicio de una relación incestuosa con su hermana
Margarethe, que se prolongó durante cinco años y de la que incluso acabó por
derivarse un aborto provocado. El amor contra natura por la hermana —quien por
su parte acabará por suicidarse poco después de la muerte de Georg— configurará
su visión de la mujer y por supuesto de la naturaleza y el paisaje, como
transposición de esa experiencia sinuosa; un paisaje, entonces, que resulta harto
inquietante. La ciudad en Trakl también adquiere tortuosos contornos, si bien
pudo suponer un importante contrapeso la intensa amistad del poeta con el arquitecto
Adolf Loos.
El remordimiento, pues.
El remordimiento que se traduce en maldición del nacimiento —«Grande es la
culpa del que ha nacido»—, que atenaza y que perfila figuras de muerte
constantes: la muerte como la otra gran piedra angular, junto con la mujer y la
naturaleza, en la poesía trakliana; las tres iluminadas por un resplandor
difuso, enfermizo y perverso: el subrepticio resplandor emanado de la
culpabilidad.
La técnica estilística
de Trakl se ha vinculado al impresionismo y al expresionismo por igual: al
impresionismo por la evocación de sucesos y experiencias asociados sin aparente
conexión, al expresionismo por la transformación de los impulsos en símbolos,
imágenes y visiones punzantes. Lo cierto es que el poeta austriaco alumbra su
producción básicamente en pleno auge del expresionismo pictórico (recordemos al
floreciente grupo «Die Brücke», con figuras como Kirschner o Heckel) y musical
(el atonalismo de Schönberg, Webern, Berg… que eran asimismo austriacos, como lo
era el pintor Kokoschka), y en mitad también de todas las disquisiciones sobre
la filosofía del lenguaje en el Círculo de Viena.
El
último poema escrito por Trakl es publicado póstumamente por Wittgenstein, a
quien la poesía del salzburgués le resultaba «enigmática pero genial». Como era
previsible, el poema describe las truculentas impresiones de Grodek, enorme
fosa de rusos y austro-húngaros, su paisaje lunar y desolado, sembrado de
cráteres excavados en el barro y de cadáveres colgados de los árboles, cuajado
de soldados muertos a bayoneta y de miembros desgajados de sus cuerpos: «Por
la noche resuenan los bosques otoñales/ de las armas de muerte; las planicies
doradas/ y los lagos azules por cuyos horizontes/ rueda el sol, más siniestro,
y ya abraza la noche/ a los guerreros que agonizan, la silvestre quejumbre/ de
sus bocas quebradas./ [...] Bajo el áureo follaje de la noche estrellada,/ se
tambalea la sombra de la Hermana/ por silentes florestas y saluda/ a los héroes
muertos, sus cabezas sangrantes./ [...] ¡Oh soberbia tristeza, altares de
bronce!/ Hoy avivan un enorme dolor las igníferas llamas/ de nuestro espíritu:
nuestros nietos no nacidos». El
amor, la muerte y la guerra. Más o menos como siempre.
LIBROS PARA
ESPIAR
Georg
Trakl: Obras completas. Trotta, 2000. 416 páginas.
Con arriesgada traducción de José Luis Reina
Palazón, se recogen en este volumen los dos libros de poemas publicados por
Trakl en vida, así como sus escritos aparecidos en la revista ‘Der Brenner’,
dos dramas cortos y poemas que vieron la luz tras la muerte del poeta. La obra
de Trakl es turbadora en su conjunto. A ello contribuye probablemente la dureza
de sus temas, tomados de su existencia y entorno, combinada con su refinada y
elegante contundencia expresiva, legada por sus lecturas de la exquisita poesía
inmediatamente precedente; la de Hölderlin, también la de Baudelaire y Rimbaud.
Reina Palazón opta en muchos casos por conservar una rima que quiere evocar los
ecos tímbricos que habitan en los poemas de Trakl. El resultado es desigual. En
todo caso, la edición de Trotta tiene la ventaja de su pretensión total.
Georg
Trakl: Sebastián en sueños y otros poemas. Edición bilingüe. Galaxia
Gutenberg-Círculo de lectores, 2006. 315 páginas.
A diferencia de la edición de Trotta, Galaxia
Gutenberg se decanta por una selección de poemas de Trakl que no pretende ser
global, sino representativa —recoge esencialmente el segundo libro de Trakl, que
da título al volumen, algunos poemas sueltos aparecidos en revistas, así como
versos póstumos—, y que cuenta con la inestimable ventaja de ser bilingüe.
Merece la pena comparar los trabajos de traducción del ya mencionado Reina
Palazón y el de Jenaro Talens, mucho más sobrio y ajeno a la rima. Talens,
poeta y profesor, apuesta además en su introducción por una visión más
innovadora de la poesía de Trakl, menos sujeta a las etiquetas convencionales,
en un especial subrayado de su carácter onírico.