CAFÉ Y CENIZAS PARA GOTTFRIED BENN

No resulta exagerado en absoluto decir de Gottfried Benn que hay que situarlo entre los mejores escritores en lengua alemana del siglo XX. El sólido intelectual, médico de profesión, no dio sus primeros pasos en la literatura hasta los 26 años de edad, primero desde un acerado e incipiente expresionismo —movimiento que sin duda contribuyó a fundar en la devastada Alemania de las inmediaciones de la Primera Guerra Mundial con su poemario maestro Morgue, alumbrado en las trincheras y los hospitales de campaña como sórdida metáfora de un tiempo en descomposición—, y después, en coherente evolución, desde la sombría atalaya de un acre nihilismo, fraguado a partir del poso de su contacto directo con la muerte y sus entrañas, según inspirada visión de Walter Benjamin. Sin embargo, la merecida posición de Benn no se le ha reconocido con la espontaneidad debida, y aun con muchas objeciones –menos estéticas que éticas, por parte de la crítica y de muchos escritores ¿interesadamente? recelosos–, hasta tiempos muy recientes. Todavía se recuerda cómo, entre otros muchos, Günter Grass —el sorprendente Günter Grass, el confuso exnazi custodio de la moral germana— se había opuesto a la recuperación de la obra de Gottfried Benn por tildarlo de colaboracionista con el régimen de Hitler.
En realidad, practicando un ejercicio de justicia histórica, la cooperación de Gottfried Benn con el nacionalsocialismo se limitó a un escaso año de publicaciones exaltadas en pro del nuevo régimen. Arte y poder (1933) fue quizá la más destacada de ellas, y con seguridad la más sarcástica para con su propio autor, si pensamos que no mucho después Benn sería incluido por los nazis en la célebre lista de «artistas degenerados», a pesar del manifiesto desacuerdo de Himmler. El escritor de Mansfeld, que se había adherido al nuevo orden político ante la expectativa de combatir desde las letras el caos reinante por doquier —apesadumbrado por la lectura de Spengler y Klages, las ideas de cultura y renacimiento nacionales le resultaban fascinantes en un entorno desnaturalizado—, empezó a abominar de la cruda realidad del nazismo ya en 1934, a raíz de los hechos acaecidos en la Noche de los Cuchillos Largos; por entonces lo ilustró con palabras contundentes: «Qué grandioso parecía el inicio, y cuán deplorable luce todo hoy».
El fugaz contacto con el nacionalsocialismo convirtió a Benn en un escritor despreciado por todas las facciones: la de los «buenos» y la de los «malos» por igual. Él mismo lo denunció asépticamente con su afilada lucidez: «Si, como en mi caso, uno ha sido públicamente referido como un marrano por los nazis, como un mentecato por los comunistas, un pervertido intelectual por los demócratas, un renegado por los emigrados, y un nihilista patológico por los religiosos, no cabe posibilidad de entrar en tratos con tal gente, y menos si se carece de nexos con ella».
En tales circunstancias, la vida literaria de Gottfried Benn fue tan intensa como sigilosa. Sus poemas y ensayos fueron surgiendo sin descanso a lo largo de los sucesivos traslados a que se le iba sometiendo en el deseo de agotarle, de arrinconarle, en el ejercicio de su profesión sanitaria. Benn se acostumbró a la perpetua mudanza, también al silencio y a la oscuridad: «No soporto la luz, la eludo porque no puedo sumergirme en los fuertes rayos naturales; pero, también, para ocultarme de hombres y mujeres». Desde los poemas abruptos y terribles de su juventud donde recrea la enfermedad y la putrefacción —Carne es la prolongación natural en 1917 del ya mencionado Morgue—, que le valieron un juvenil reconocimiento inicial y un aura de esnob y antiburgués; a la prosa límpida, tardía (1950) y cínicamente magistral de Vida doble —que incluye su indispensable «Bloque II, habitación 66»—, la obra de Benn fue escribiéndose mientras iba sorteando míseros destinos, mientras sufría privaciones, mientras atendía enfermedades venéreas en soldados y prostitutas, mientras una de sus esposas se suicidaba con morfina y angustia.
Gottfried Benn citaba siempre aquellos versos del Réquiem de Rilke como esperanzado lema de su generación, destrozada por dos guerras mundiales: «¿Quién habla de victorias?/ Sobreponerse es todo». Para sí guardó la decepción de la inteligencia, la amargura de la Historia y la más oscura poesía: «En nombre de aquel que depara las horas, / adivinado sólo cuando se desliza / en una sombra que completa el año, / un año junto a las piedras de la universal historia, / escombros del cielo y escombros del poder, / y entonces una hora suena, es la tuya: en el poema, / monólogo del sufrimiento y de la noche». Una de sus imágenes más obsesivas, la de la desaparición ligada a la revelación material de la ceniza, le acompañará hasta la consumación de su partida; él que había visto y diseccionado tantos cuerpos exánimes, no es extraño que designara la incineración como último deseo, la posterior dispersión de sus exiguos restos al aire del otoño y la singular custodia de una pequeña parte en una lata de café.

LIBROS PARA ESPIAR

Gottfried Benn: Doble vida. Pre-Textos, 2003. 170 páginas.
Extraordinaria crónica que es al tiempo una autobiografía, una declaración intelectual de principios, un descarnado testimonio y una visión implacable de la historia convulsa de su tiempo. Benn aborda cuestiones de máximo interés como su concepto de la germanidad, sus referentes estéticos y filosóficos (Leibniz, Nietzsche, Schopenhauer…), su pensamiento acerca de la relación entre arte y cultura, el influjo real de la medicina en su obra, la cuestión judía, la extinción de su vida civil y literaria a causa de las persecuciones ideológicas. Un libro fundamental para entender la Europa de entreguerras y la situación del escritor en ella.

Gottfried Benn: Obras completas. Tomo I: Poesía. Calima, 2006. 720 páginas.
Ambiciosa obra en tres tomos que reúne la totalidad de la obra en prosa y verso de Gottfried Benn, abordada íntegramente por Reina Palazón, que a su vez es también autor de la introducción. El tomo primero comprende la totalidad de la lírica del escritor alemán, desde sus iniciáticos poemas forenses, pasando por su fase de referentes míticos y naturales hasta los versos más reflexivos y conscientes de su próximo final. Cómoda edición por cuanto reúne algunos títulos que de otro modo no son fáciles de encontrar.