El director coreano regresa con la cabeza alta tras Stoker, su irregular y un tanto
simplista experiencia hollywoodiense. Si bien no alcanza la cota prácticamente
insuperable que supuso la magnífica y redonda Old Boy, Chan-Wook retoma sus obsesiones habituales —el incesto, la
mujer, la violencia, el erotismo, el poder, la perversidad, el destino, lo
imprevisible— con elegancia suma, haciendo uso de sus mejores y ya conocidos
recursos: el preciosismo compositivo y fotográfico, la narración absorbente y
fascinante, la recreación de entornos harto singulares, los homenajes velados a
las culturas y películas más diversas. Porque en La doncella hay muchos guiños: al Kurosawa de Rashomon, al Coppola de Drácula,
al Pasolini de Saló, al Hichtcock de Rebeca, pero también al sombrío gótico
inglés, al Marqués de Sade, a la miseria de los supervivientes de Dickens, a la
Sherezade que logra salvar el cuello noche tras noche gracias a la literatura.
El contexto temporal de la película —la ocupación japonesa de Corea, en
concreto en la década de los 30— no es el asunto sino la excusa para plantear
en paralelo las relaciones entre dominante y dominado, que se extienden desde
la mera riqueza material hasta la pericia lingüística y caligráfica; en La doncella tiene gran importancia el
uso de la lengua, la supremacía de la cultura literaria frente a la ignorancia,
y del japonés frente al coreano, como instrumentos de poder y seducción. Pero,
en definitiva, La doncella es una
historia de amor muy calculada en su planteamiento, contada de modo muy
estilizado, donde se puede masticar lo erótico desde una perspectiva muy
sensorial (la escena de iniciación lésbica es intensa y refinada a la vez) pero
también muy espiritual (la fantástica noche de bodas a tres, exquisita y cruel,
o el amor al filo de la muerte mientras Sookee sostiene a su señora Hideko librándola
del ahorcamiento); este hilo principal se sazona con una propuesta de
sofisticado «thriller», en el que no faltan el exceso, el trampantojo, el humor
negro y la «sangría» jocosa que caracterizan a su director (sus escenas de
tortura siempre resultan divertidísimas). Merece también atención la bella
banda sonora. A los logros formales deben añadirse los interpretativos, en
especial los de las dos excelentes actrices: Kim Tae-ri y Kim Min-hee. Como
advertencia, debe decirse que La doncella ensalza el talento y la sexualidad de
la mujer y caricaturiza los hábitos más cavernarios de control practicados
secularmente por el hombre —básicamente, el sexo despiadado y la violencia—,
por lo cual puede ser calificada como no apta para según qué públicos.
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