Sin duda, una de las joyas que atesora mi biblioteca familiar
es la primera edición, de 1966-67, del Diccionario de Uso del Español de Doña
María Moliner. Recuerdo la fascinación que aquellos dos gruesos tomos me
provocaban ya desde niña: por puro azar, lo abría por una página cualquiera, y
entonces me quedaba presa sin remedio, leyendo etimologías y usos y expresiones
y sinónimos y antónimos y definiciones atinadísimas y conjugaciones de verbos
inusuales y… Toda la lengua española estaba allí. Lo sigue estando.
Lo de Don o Doña yo lo uso pocas veces, y casi siempre por
obligación. En el caso de Doña María Moliner, brota espontáneamente y por
derecho. España tiene deudas sangrantes con intelectuales diversos, pero si
pensamos en las trapacerías que han cometido escritores, filólogos y académicos
con las mujeres, el sonrojo cede ante la indignación. Ilustres miembros de la
RAE vetaron sillones a féminas aludiendo al tamaño de sus caderas (sic); algunos
celebrados y públicos catedráticos cercenaron en pro de sus hijos mediocres las
carreras de sus hijas brillantes por no poseer el preciado badajo entre sus
piernas. Aún hoy, escritores y críticos siguen denostando a sus compañeras de
oficio con modos carpetovetónicos. Muchas tertulias literarias siguen estando
integradas solo por hombres, seleccionados con criterios cavernarios; lo mismo
ocurre con premios y publicaciones y prebendas, copadas por los mismos
elementos. Tal vez por eso el DRAE y las conversaciones de muchos de estos
«sabios» siguen exhalando un tufo necrótico y rijoso.
Doña María Moliner —historiadora, filóloga y bibliotecaria,
además de intelectual admirable, tenaz y progresista en tiempos de penuria— entregó
su vida a ensalzar ese extraño objeto llamado libro y asimismo nuestra lengua.
Su quehacer fue avalado por dos de los más insignes varones de nuestras letras:
Don Dámaso Alonso y Don Rafael Lapesa. Pero Doña María cometió un error:
realizar el mejor y más avanzado y atrevido diccionario moderno de la lengua española
que hubo, hay y habrá… siendo mujer. Imperdonable. Vaya por él quien aún no lo
posea.