REVOLUCIÓN DE MUJERES Y CRIADOS

Fue en 2010 cuando se descubrió en la Biblioteca Nacional un manuscrito del XIX que contenía una nueva obra de Lope de Vega que llevaba dormida siglos: ni más ni menos que desde que se escribió y representó, allá en su tiempo. Desde entonces, aparte de su remoto rescate por el erudito decimonónico, nada se había sabido de Mujeres y criados, pero el descubrimiento de la Nacional nos ha puesto en las manos una obra fresca, de enredo, que si bien no se inscribe ni de lejos en el mejor y más reflexivo Lope, sí que nos proporciona un texto divertido, trepidante, con pasajes muy ingeniosos y un punto revoltoso y reivindicativo en que los señores salen bastante mal parados en relación con las féminas —despiertas de intelecto y no de baja cuna, aunque tampoco de alcurnia— y los sirvientes de la trama —que en realidad tampoco son criados, sino asistentes de relativo rango—; criados como tales solo hay tres —Martes, Lope e Inés— y su papel es el de inevitables graciosos.
Del montaje son responsables en la dirección Rodrigo Arribas y Laurence Boswell, este último vinculado a la Royal Shakespeare Company. Un montaje escueto, por cierto, mas no por ello carente de funcionalidad: una suerte de caja de paneles desplegables con estores barrocos que en sus múltiples posiciones lo mismo sirve de palacio que de callejón que de huerto que de cámara. Muy bien ideado, y muy propio además para el ambiente eminentemente vodevilesco de la obra. Un acierto.
Por fortuna, predomina el respeto a la obra, con muy escasos recortes y pocas licencias estéticas, salvo en el esporádico acompañamiento musical —sones auriseculares con algún arreglo roquerillo— y un vestuario que podría calificarse «de época pero actualizado»; toques ambos lo suficientemente moderados como para no molestar ni resultar decididamente extemporáneos.
En lo referente a los actores, hay que alabar su correcta dicción del verso lopesco y la adecuada captación de una sintaxis tan enredada en ocasiones como la trama misma. Su capacidad dramática es también notoria: soltura y naturalidad predominan en todos ellos, sin excepción, ofreciendo personajes verosímiles y perfectamente encajados en lo que de ellos se espera, levantando con su muy buen hacer una obra que, como se ha dicho, por momentos desmaya en calidad. El entusiasmo predomina en la imparable vivacidad de los diálogos, en la implicada gestualidad e incluso en las escenas de espada y baile. Pablo Vázquez, Jesús Teyssiere, José Ramón Iglesias, Alejandra Mayo, Lucía Quintana, Alicia Garau, Javier Collado, Jesús Fuente… no se puede mencionar a todos, pero ciertamente bien lo merecen por dinamismo, gracejo y entrega.
En suma, buenos vassallos que quizá merecieran un mejor señor, pero que en todo caso nos ofrecieron una grata noche de teatro.