Con
la iglesia de San Julián y Santa Basilisa en Isla a rebosar, tuvo lugar en la
tarde del martes el concierto de la Capilla Jerónimo de Carrión, bajo la
dirección de Alicia Lázaro, dentro de la programación de los Marcos Históricos
del Festival Internacional de Santander.
El
hilo conductor del programa … que me lleva la ola consistió en la
recuperación de diferentes piezas compuestas para festividades de orden
religioso (maitines, Corpus Christi, Navidad…) pero con un subrayado carácter
popular, entendiendo este en su acepción de gracejo, festividad,
celebración... por parte de una feligresía que quería rendir tributo litúrgico
–no sé si deberíamos decir paralitúrgico– desde sus sentires más hondos y
propios: el ritmo, la dulzura, la broma, la imitación de los acentos
coloniales, las letras amorosas de ambiguo sesgo sacro-profano; bien lejos todo
ello del estrecho corsé de la ortodoxia, del latín y del rito más
intransigente.
Todas
las piezas forman parte de la producción de los maestros de capilla del siglo
XVII, viajeros y de muy diferentes procedencias, con preponderancia no obstante
de los tonos conservados en la Catedral de Segovia. Debe resaltarse en Alicia
Lázaro el rigor y tenacidad con que está llevando a cabo su valiosa acción
investigadora de este desconocido repertorio –sus relevantes grabaciones en el
sello Verso lo atestiguan– y además, ya en el concierto mismo, su impecable
labor de dirección y de concepción del programa, con añadida atención al
público –siempre muy de agradecer– prodigándose en explicaciones sobre el
contexto de las piezas, firmadas por maestros como Irízar, Hidalgo, el propio
Carrión, Bonet o el no suficientemente celebrado genio de Durón en este tricentenario
de su fallecimiento.
En
esta ocasión la Capilla estuvo integrada en la sección instrumental por una
entregada Alba Fresno a la viola da gamba, una delicada Sara Águeda en su
preciosa arpa de dos órdenes, un entusiasta Daniel Garay en la percusión y un
muy encomiable Ignacio Gavilanes en el órgano. En lo vocal, se optó por dos
tenores (muy dramático y con gran caudal vocal Miguel Mediano, muy elegante y
sólido Víctor Sordo), mezzo (Adriana Mayer, con instrumento de precioso color,
aunque debe esforzarse en mejorar la vocalización y la expresión) y soprano (la
exquisitez del timbre de María del Mar Fernández Doval, su voz siempre
perfectamente colocada, su finura y sus delicadísimas ornamentaciones nunca
dejan de asombrarnos). Solo cabe reprochar la desigual percepción de las
diferentes secciones del ensemble, achacables a la falta de idoneidad acústica
del templo y que se acentúan desde su mitad hacia el fondo del mismo.
En
suma, una disfrutable jornada que vino a confirmar la riqueza de nuestro acervo
musical y la calidad de las propuestas siempre singulares de los Marcos.