Andreas Staier es un músico que
no necesita presentación. Su trayectoria junto a los más grandes no deja lugar
a duda sobre su valía y varias de sus grabaciones se han convertido en
referenciales en los últimos años. De las Variaciones Goldberg, en particular,
atesoramos un magnífico registro, realizado allá por el 2010 en el sello
Harmonia Mundi, en el que predominaba la poesía, la delicadeza del color, la
exquisitez en la definición de líneas y el respeto a la partitura, con inclusión
de todas las repeticiones, a diferencia de otras grabaciones más modernas
—quiero decir, al piano—, más populares y más acrobáticas y rápidas —el lector avisado
entenderá a quién me refiero—.
Dentro del Ciclo de Música
Antigua de la UIMP, pues, parecía a priori todo un acontecimiento la
presencia del maestro Staier al clave con las Goldberg en programa, en el marco
del Paraninfo de la Magdalena.
Lo que allí tuvo lugar no sabemos
muy bien a qué se debió, pero ciertamente fue una sorpresa, y hay que decir que
no buena. Lo que prometía ser un placer se convirtió en una sucesión de
desafinaciones, notas desaparecidas, timbre heterogéneo y hasta ingrato,
desorientación. Casi 90 minutos de desaciertos, salvo algunos destellos fugaces
de poesía, tornaron las Goldberg en Plumberg —variaciones, desde luego, sí lo
fueron—, aunque el clavecinista no pareció anímicamente afectado al terminar y
lo cierto es que fue aplaudido con relativa profusión.
Ya el año pasado, con la Barroca
de Friburgo en el marco del FIS, tuvo el maestro otro día poco agraciado. Y puedo
mencionar que otro concierto con las Goldberg, esta vez en Lisboa y hace pocos
años, tampoco me dejó buena memoria.
Que cada quien saque sus propias conclusiones. Por lo que a mí respecta, permanezco aún atónita ante el misterio inescrutable de las Goldberg desaparecidas.
Que cada quien saque sus propias conclusiones. Por lo que a mí respecta, permanezco aún atónita ante el misterio inescrutable de las Goldberg desaparecidas.