EL CLUB. Pablo Larraín. 2015.

A diferencia de lo que ha venido diciendo el 90% de la crítica, no parece que sea ni de lejos «la mejor película del año». Más allá de una dirección con momentos brillantes y unas interpretaciones ciertamente espléndidas, la película adolece de varios defectos no menores: una turbidez de imagen que, aun siendo buscada, repercute de forma muy negativa sobre su calidad, cuando además lo espinoso del tema requeriría una iluminación mucho más incisiva y contrastada; una toma de sonido nefasta; un guión que se recrea inútilmente en lo soez, tomándolo como objetivo y no como instrumento al servicio de la historia; una anécdota morbosa que se quiere convertir en trama sin la solidez necesaria ni la trascendencia exigible; unos personajes apenas perfilados. Los mejores hallazgos de la película no son originales (el empleo de los perros en ambientes degradados no es ninguna novedad) y al claustrofóbico encierro de los protagonistas se le podría sacar mucho más rendimiento. Por lo demás, si alguien puede afirmar sin faltar a la verdad que entiende al menos el 60% de los diálogos de la cinta, que levante la mano: tal vez deberíamos ser menos políticamente correctos y admitir que cuando unos chilenos (o mejicanos o uruguayos o argentinos o lo que sean, me da igual) hablan atropelladamente y para el cuello de la camisa en un castellano no estándar y ante un micrófono que parece encontrarse a mil metros de distancia, seguramente sería necesario subtitular, aunque seamos espectadores españoles, porque no se comprende nada (premio a quien me transcriba los diálogos en la playa). Y digo subtitular por no pedir unas clasecitas de dicción y proyección de voz. El cine español actual suele tener el mismo problema, no se me interprete mal. En suma, El club se deja ver, pero que nadie acuda pensando encontrar una obra maestra, sino más bien lo que pudo serlo de haberse llevado con mejor mano. 

Ficha:

http://www.imdb.com/title/tt4375438/

Tráiler: