Tuve oportunidad de ver su
estreno en Mérida y no lo hice, no negaré que por cautela. La ocasión de ver un Terencio en las
tablas no se da a menudo y la dejé pasar temiendo lo peor. Sin embargo, un año
más tarde, El eunuco del latino del siglo II a. C. ha insistido en venir a
buscarme hasta la sala Argenta. Y hay que admitir que no se sale descontento.
Dejemos bien claro que no se
trata de un Terencio «formal» —en la medida de lo formal que puede ser
Terencio—, sino de una peculiar versión de la obra original, algo que sus
adaptadores y directores subrayan bien desde el primer momento, con lo que no
ha lugar a engaño o pretensión, lo que es muy de agradecer.
El resultado: pues que al propio y delicioso batiburrillo terenciano —quien, por cierto, ya en su día robó material a
Menandro— se suma el que por su cuenta añaden Jordi Sánchez y Pep Antón Gómez.
La obra pierde profundidad, es innegable: manténgase, pues, alejados los
puristas más intransigentes. Pero a cambio se obtiene un trabajo muy simpático
y coherente, una suerte de vodevil bien trabado, trabajado y dirigido. Los
tiempos, trepidantes, están cuidados al milímetro y la coreografía de actores
—reducidos de más de dieciocho en el original a nueve—, que no paran un solo
instante, es perfecta. La variedad de vestuario —cabaretero, cervantino,
helénico, lampedusiano...— no solo encaja como un guante con el propio discurso
de cada personaje sin dañarse mutuamente, sino que de algún modo es una especie
de homenaje a los greatest hits del teatro español y universal de todos los
tiempos, sin olvidar el género musical —a cargo de Asier Etxeandia y Tao
Gutiérrez—, cuyas muestras se movieron en márgenes de dignidad.
La iluminación y la escenografía
fueron sencillas, tal vez demasiado, pero cumplieron eficazmente su función.
Cabe reprochar la hipermegafonía que dificultaba la adecuada audición de las
letras musicales y hasta de los textos. Entre los actores, destacaron claramente
Anabel Alonso, Jorge Calvo, Pepón Nieto y María Ordóñez. En suma, un Eunuco no memorable pero sí disfrutable.