Hay un fantasma que
recorre sigilosamente nuestra sociedad en forma de —acallada— mala conciencia:
el de la pésima educación que estamos dando a nuestros hijos, esa generación
que mañana regentará la vida en este negocio del planeta Tierra. En cada niño que nace nos
miramos deseando que sea lo que nosotros no logramos ser ayer... y que no sea
como nosotros somos hoy: fracasados, débiles, ridículos, crueles, mezquinos y corruptos.
El resultado es un ejército de minúsculos tiranos autocomplacientes e ignorantes
de la disciplina y del esfuerzo, adictos a la violencia, el sexo y la tecnología,
por causa de unos padres que han perdido el norte y los papeles.
Els Joglars vuelven
a escena con VIP, donde en su habitual clave de humor satírico denuncian este
esperpento con crudeza. La compañía catalana, bajo la dirección de Ramon
Fontserè, nos acerca hasta un espacio vacío acotado por cortinas plásticas de
matadero en cuyo centro se sitúa únicamente un multifuncional cilindro cortado en
oblicuo que hace las veces de claustro materno, mesa de partos, parque
infantil... Sirviéndose de una banda sonora que se activa en momentos clave
(Strauss, Sibelius, Vivaldi, Lully, Purcell...), los cinco actores se
multiplican hasta treinta, en una espléndida caracterización. El montaje apela
al mimo, a las sombras chinescas, a la inarticulación del lenguaje, al uso de
cuadros estáticos... para mostrar el curso del ser en las fases de concepción,
embarazo, parto y vida infantil y juvenil. Al tiempo se ofrecen ligerísimas
pinceladas de otros temas importantes: la alienación personal, el consumo, la
contaminación... Hay acierto en el planteamiento escénico, en el fantástico uso
de la iluminación, en la atinada inserción de músicas de grotesca, por desproporcionada, solemnidad. Sobra, eso sí, algún pasaje de
humor grueso, innecesario cuando con lucidez nos muestran cosas ante las que nos
obligan a reír por no llorar.