SENSUALIDAD CONMOVEDORA

La música del aretino Antonio Cesti, el monje franciscano que decidió dejar de serlo para entregarse plenamente a su ya reconocida carrera musical como tenor y compositor, y también a la carrera amatoria que los votos le impedían, no ha sido objeto de excesiva atención discográfica. Gran error que han venido a enmendar los músicos de La Galanía y la soprano Raquel Andueza con un monográfico, Alma mia, disponible en el sello Anima e Corpo; un cedé del que puede decirse que, aun recién aparecido, es ya un imprescindible. 
En este jueves, dentro de la programación de música antigua prevista por la UIMP y en la Iglesia de Santa Lucía, tuvo lugar un extraordinario concierto sustentado por este nuevo trabajo. En una noche de calor y humedad que invitaba a la intimidad de lamentos y cuitas amorosas exhibida por el exquisito repertorio, la voz límpida y delicadamente esmaltada de Raquel Andueza cedió a la emoción con la casi insoportable intensidad de ‘Berenice’, a una espléndida bravura con ‘Vieni Alidoro’, al más delicado planto con ‘Disserratevi abissi’ o a la cándida inocencia de ‘Dormi ben mio’, cambiando de registro con soltura impecable y pulsando sabiamente los sentimientos más hondos del corazón. Arropándola estuvo La Galanía, haciendo honor a su nombre, con una dirección sutilísima, unos violines cálidos y sensuales y un bajo continuo de riqueza y refinamiento soberbios. 
La entrega fue la nota dominante en público e intérpretes, de modo que al término del concierto, y tras la merecida ovación, los músicos nos regalaron un fascinante ‘Folle è ben che si crede’ de Merula y un valiente bis del ‘Vieni Alidoro’. Alma mía, qué dulce placer.