SABIDURÍA Y SEDUCCIÓN

Concierto de Nicolau de Figueiredo en la UIMP, 04.07.13

Asistir a un concierto del clavecinista Nicolau de Figueiredo es un placer garantizado de antemano. Si además el intérprete se encuentra a gusto y se prodiga por ello en atenciones hacia el público, la velada puede tornarse inolvidable. Y ni más ni menos fue eso lo que ocurrió este jueves en el Paraninfo de La Magdalena, a pesar de la deficiente acústica, dentro de la programación monográfica que la UIMP dedica a la Música Antigua con algunos de los protagonistas más sobresalientes de la actualidad.
Figueiredo ya estuvo en 2008 en la Iglesia de San Martín de Cigüenza, con un programa de Scarlatti y Soler que conmovió a las mismas piedras. En La Magdalena el brasileño se decantó por una elección evocadora de tres cortes: la francesa, la española y la austriaca. Francia estuvo representada por el demoniaco Forqueray (Figueiredo incendió la sala con la Quinta Suite en do menor, y en particular con su bravísima pieza Júpiter) y por el imaginativo Rameau (elegante y virtuoso sin contradicción posible). Con el padre Soler nos recordó Figueiredo por qué el disco que le dedicó en Passacaille fue uno de los mejores de su añada, en una interpretación colorista y sinuosa; el escurialense gustó más que Scarlatti, cuya célebre y bellísima K208 mostró algún problema con el instrumento. Viajamos al fin hasta Austria de la mano de un apoteósico Haydn (Hoboken XVI/32 en si menor) que hizo palidecer cualquier comparación con su versión en piano. 
Los aplausos reiterados merecieron una allemande de Bach tan ágil como sensible. Se retiró al fin el maestro dejándonos seducidos y ensoñados.