Invocando a «Ángeles y Diablos» se presentó este último jueves en una repleta Iglesia de Santa Lucía el tercero de los conciertos de Música Antigua programados por la UIMP.
Si de ángeles (Marin Marais, Couperin) y diablos (Forqueray) constaba el repertorio elegido, tal vez otro tanto cabría decirse de los intérpretes que nos trajeron tales músicas; el gran maestro de la viola da gamba, Paolo Pandolfo, demostró ser un demonio fascinante, custodiado por dos ángeles no menos seductores: un delicado y entregado Thomas Boyse en la cuerda pulsada (tiorba y guitarra barroca) y un elegantísimo Markus Hünniger al clave.
Los músicos no abordaban un programa desconocido para ellos: conformados como ensemble Labyrinto, han realizado exquisitas grabaciones discográficas dedicadas al barroco, desde su esplendor francés (caso del programa presenciado) hasta sus estertores (Carl Friedrich Abel).
Si una etiqueta puede aplicarse a Paolo Pandolfo es la de heterodoxia. Y ciertamente heterodoxas fueron sus lecturas del programa, arrastrando al auditorio a una continua sorpresa, a una experiencia vertiginosa, al acecho del siguiente tour de force. La intensidad y arrebato del maestro encendía a sus compañeros con impensable complicidad, logrando una inefable sensación de música viva. Se deslizó el tombeau a St. Colombe como un susurro prolongado entre el eros y el thánatos, el Labyrinthe de Marais fue pizpireto e íntimo como un suspiro en éxtasis, La Ferrand de Forqueray nos sedujo con su entusiasmo y brillantez... Una cuerda de la viola murió en el trance de la noche húmeda y larga. Ante el demonio y sus ángeles caímos rendidos y hechizados.