NOCHE DE VOCES IMPECABLES

Como continuación del ciclo de Conciertos Temáticos programado en este año por la Fundación Botín, cabe destacar el dedicado al curso amoroso de la música, desde las manifestaciones más antiguas hasta la contemporaneidad, que hasta el momento se ha depositado en las cuidadosas manos de algunos de los intérpretes más preclaros de nuestro país. 
En esta semana concreta la visión traviesa a la vez que atormentada del amor nos llegó a través de las deliciosas partituras de Händel y Scarlatti (Alessandro) en un programa a dos voces, que en un principio estaba previsto fueran las de María Espada y Xavier Sabata. Una indisposición de última hora hizo que este se viera sustituido por Marta Infante, con lo que el disgusto por no poder escuchar al gran contratenor se compensó más que sobradamente con la presencia siempre grata de la mezzo ilerdense. 
María Espada es, sin duda alguna, una de las sopranos barrocas más brillantes de España en la actualidad (sin desdeñar nombres enormes como los de Raquel Andueza, Nuria Rial, Mariví Blasco, etc.). María hizo gala, como en ella es habitual, de un colorido extraordinario, unas agilidades de vértigo, delicados pianissimi y un caudal casi inverosímil al que, a mi juicio, sobraban los micrófonos. Por su parte, Marta Infante exhibió su bellísima e inconfundible, singular voz de mezzo, oscura y aterciopelada, de seductora y envolvente expresividad. 
Los instrumentos de ambas, tan dispares pero perfectamente empastados, nos regalaron unos dúos absolutamente deliciosos. Menor fortuna hubo con la instrumentación per se, a cargo de Vie sul mare. El bajo continuo cumplió con corrección (Carlos García-Bernalt al clave y Mercedes Ruiz al cello), intentando no sin entusiasmo encauzar la labor no precisamente brillante de los dos violines, Farren James y Pablo Prieto, a quienes hemos oído en mejor forma en otras ocasiones. La afinación de los violines entre sí y para sí dejó bastante que desear y la interpretación resultó ajada y descarnada. Por fortuna hubo voz para dar y tomar y la excelsitud del repertorio compensó, como siempre compensa la belleza.