Antonio Gamoneda: Canción errónea.
Barcelona, Tusquets (Marginales, 278), 2012. 160 págs.
En el poemario Canción
errónea volvemos a encontrar muchos de los elementos que
inquietaban a Gamoneda en sus libros anteriores, como Libro del frío o Arden
las pérdidas: los ultrajes del pasado, el amor a la madre, el dolor de los
actos cotidianos. Bajo los párpados se agitan la contemplación de la pérdida,
la memoria, las cuestiones que no esperan respuesta ni consuelo, la ira. El
poeta ovetense, es evidente, necesita regresar a sus penates literarios, e
incluso así lo admite.
Hay, no obstante, algunos cambios que justifican la plena
atención a este nuevo poemario. Por una parte, la concepción del tiempo y la
vejez, uno de sus temas esenciales. La sensación del adiós flotaba ya sobre los
versos de estos libros mencionados del poeta. Pero si en Arden las pérdidas era humilde
percepción del acabamiento, una suerte de hoguera final y sin embargo
purificadora de recuerdos, en Canción
errónea se perpetúa esa conciencia con un elemento añadido: la
concepción de lo vivido como melodía no precisamente grata y en cierto modo
inútil. Para Gamoneda, 'Canción
errónea' es la canción de un vivir que como puente media entre dos
lugares que no existen; es una línea que el poeta recorre mitad funámbulo mitad
sonámbulo entre dos puntos errados, entre un comienzo absurdo y un final
inabordable
Otra variación que toma aquí protagonismo es la de la
estructura: si siempre los libros gamonedianos se habían caracterizado por una
arquitectura impecable, Canción
errónea es una sucesión donde domina lo imprevisible; poemas
de rabiosa actualidad política conviven junto al más descarnado nihilismo,
evocaciones artísticas o cinematográficas se entremezclan con recuerdos de
viajes. Y en mitad de todo ello, como un paréntesis esperanzado, la apelación
salvadora a su nieta Cecilia. Tal vez estos versos son pasos de baile en el último
gran salón vacío, bajo la tela de araña de cristal, enmarcados por el pan de
oro desgastado del azogue final.
Pascal
Quignard: El odio a la música. Buenos
Aires, El Cuenco de Plata, 2012. 189 págs.
El odio a la música, entre el ensayo íntimo y la prosa lírica
que caracterizan el estilo de su autor, es una exasperada declaración de amor manifestada
por medio del horror que ha rodeado en las dos grandes Historias perceptibles
—la del Mundo y la del Hombre como individuo— el devenir del sonido y su
articulación, antecedente indiscutible de la voz y la palabra. La vida del
hombre comienza con el vagido musical que le inspira la luz y termina con la
zarabanda de la muerte que le aguarda. En mitad de todo eso, el placer de la
práctica o la escucha musical, el espanto del empleo de la música como método
infalible para el exterminio o la alienación, desde los campos de concentración
nazis hasta las melodías incesantes de la vida contemporánea, llámese dentista,
centro comercial o restaurante. Diez magníficos ensayos donde la música cobrará
una dimensión inesperada, incluso para el melómano más devoto.
Javier Almuzara:
Catálogo de asombros. Gijón,
Impronta, 2012. 217 págs.
Libro inclasificable donde los haya, este asombroso catálogo
del escritor y poeta asturiano es una sucesión de pasiones lectoras, musicales,
líricas y plásticas, anotadas con precisión de exquisito voyeur y riqueza de
prosa inencontrable en nuestros días. Penetración observadora, precisión de
conceptos, referencias atinadas y perfectamente asimiladas y justificadas,
apuntes de muchas veces estremecedora inteligencia... Almuzara ha sabido escribir
en capítulos caprichosos e hilachas preciosas un libro sobre el mundo; sobre el
mundo de un hombre culto y admirable, deudor de su civilización que nos
convierte a nosotros en deudores de su enriquecedora lectura.
María
Ángeles Pérez López: Atavío y puñal.
Zaragoza, Olifante, 2012. 65 págs.
Resplandeciente libro de poesía pleno de sensualidad y dureza.
La poesía de María Ángeles Pérez López no ha hecho jamás concesiones a un
lirismo fácil, pero en este libro desnuda a la Mujer, entendida como sima feraz
y aterradora, con una plasticidad forense y sin embargo sumamente hermosa.
Atavío y puñal se explica entonces no como un título perfecto sino como el
único posible. Es inimaginable que la belleza y el terror puedan comer tan
serenamente en la mano femenina. María Ángeles Pérez demuestra que esa imagen
es real, y lo hace con poemas intensos, demoledores e implacables. Un libro
para acercarse con cuidado: de bueno que es, duele.
Edith
Wharton: Xingú. Zaragoza, Contraseña
Editorial, 2012. 81 págs.
Poco hay que decir sobre la sutil y elegante ironía que caracterizaban
la obra de Edith Wharton en un ambiente tan asfixiante y comm'il faut como el
de su Nueva York Natal. Xingú es una ingeniosa y delicada sátira sobre la
lectura pretendidamente culta que ya había denunciado en la deleznable especie
de los lectores mecánicos descritos en El vicio de la lectura, sobre la ridícula
y supuesta emancipación de la mujer de su tiempo, sobre la impostación de los
cenáculos literarios. El surrealismo alcanza a la propia acepción de la palabra
que da título a esta peculiar novelita en tres actos, que sin borrarnos la
sonrisa se nos desvela en su tramo final. Imprescindible destacar las preciosas
ilustraciones de la cántabra Sara Morante.
William March: Compañía K.
Barcelona, Libros del Silencio, 2012. 309 págs.
Muchos son los libros que se han
escrito con asunto bélico, pero pocos tan impresionantes en su brutal sencillez
como este de William March. Con más de ochenta años a la espalda, estas páginas
constituyen el testimonio ¿ficticio? de ciento trece soldados, integrantes de
la Compañía K, combatientes en la Primera Guerra Mundial, en el que se desgrana
brevemente —en apenas dos páginas— la historia peculiar de cada uno. Como si de
un Spoon River de muertos vivientes se tratara, el resultado es un mosaico
desesperanzador y portentoso de ciento trece capítulos, un alarde de maestría
literaria y un testimonio insólito y dolorido de la indefensión del ser humano cuando
la sinrazón es el único horizonte. Sin duda, una cima del género antibelicista.
Alberto Manguel: El sueño del Rey
Rojo. Madrid, Alianza Editorial (Alianza Literaria), 2012. 512 págs.
A la deriva entre el sueño y la
vigilia se mueve el lector por las casillas de la inmensa biblioteca que es el
mundo. Bajo la protección virtual de Alicia y la de citas textuales de A
través del espejo, accedemos a cuarenta ensayos de textura jugosa que abordan
temas tan diversos como la identidad del autor y el lector, la ética de la
lectura, la relación entre las palabras y las cosas, recuerdos de libros y
escritores decisivos, reflexiones sobre aspectos materiales de la escritura,
memorias personales, encomio de bibliotecas. En estas páginas también hay notas
sobre actualidad política y social: la dictadura argentina, el SIDA, la
homosexualidad... Como es habitual en él, Manguel va ramificando con
entrecruzadas referencias manieristas ese gozo que fluye de forma natural de la
experiencia de leer.
John Berger: El cuaderno de Bento.
Madrid, Alfaguara, 2012. 174 págs.
Después de aquellos dos hitos que
fueron Mirar y Ver, Berger sigue sorprendiéndonos. Tomando como excusa un
cuaderno imaginario de apuntes de dibujo de Spinoza, el literario ensayista
británico vuelve a sumergirnos en anotaciones lúcidas y lúdicas al tiempo,
cosmopolitas, inesperadas, comprometidas, en un universo en que la observación —del
arte, aunque no solo— puede actuar como auténtico motor de cambio de la realidad,
porque la observación es también creación y suceso. Berger es la negación de
Perec: Berger sí que sabe mirar, sí que sabe.
Natsume Soseki: La puerta. Madrid,
Impedimenta, 2012. 304 págs.
Volver a Soseki es imprescindible
para todo aquel que haya leído al menos esa obra deliciosa llamada Yo, el
Gato (Soy un gato, según la edición). La puerta es bien diferente de aquel
tratado felinamente astuto y divertido y nos conduce, por el contrario, hasta
el umbral mismo de la más sosegada reflexión y la exigencia literaria. Asuntos
como la identidad, la distancia entre la modernidad y la tradición —que también
obsesionaron al maestro Tanizaki— o el proceloso deterioro de las relaciones
conyugales aparecen tratados aquí con profundidad y exquisitez, culminando
gradual e inexorablemente en una desesperanza de indescriptible hermosura. Una
¿novela? difícil de encasillar como tal pero en todo caso absolutamente conmovedora.