G.F.Handel: Rinaldo. Ópera seria en tres actos. Libreto de Aaron Hill, a partir de la Jerusalén liberada de Torquato Tasso.
Varduhi Abrahamyan, Rinaldo (mezzo-soprano). Katerina Knezíková, Almirena (soprano). Stanislava Jirku, Goffredo (mezzo-soprano). Wolf Matthias Friedrich, Argante (bajo-barítono). Marie Fajtová, Armida (soprano). Markéta Cukrová, Eustazio (mezzo-soprano). David Nyckl, Mago (barítono). Stanislava Mihalcová y Andrea Brozáková, Sirenas (sopranos).
Jifta Dofková, Romana Konrádová, Andrea Miltnerová, Viktor Badinka, Jan Brezina, Germans Filipovs y Tomás Kubín, bailarines
Orquesta Collegium 1704
Václav Luks, dirección musical
Louise Moaty, dirección escénica
Coproducción Teatro Nacional de Praga, Teatro de Caen y Gran Teatro de Luxemburgo.
Teatro Nacional de Praga. Mayo, 2012.
Cuando Handel llegó a Londres en 1710 contaba con 25 años de edad y con una experiencia previa de lo más fructífera en Italia, donde gozó de la protección de figuras como los cardenales Pamphili, Colonna y Ottoboni o el marqués Francesco Ruspoli. Bajo su mecenazgo, y así mismo por su contacto con la música de Corelli, Lotti, Caldara o Scarlatti, Handel añadiría a sus innatas cualidades en la melodía o el contrapunto la versatilidad y el refinamiento de la música italiana. Así es como se gesta la composición de una ópera de estilo italiano en Londres, y así es como nace en particular Rinaldo, obra complejísima ambientada en el siglo XII, en el contexto de la Primera Cruzada, que el genio de Tasso sazona con amores, batallas, pasiones encontradas y sortilegios varios. Pese a lo desmedidamente fantástico de su trama, Rinaldo logra engancharnos a lo largo de sus tres horas de duración sin un solo desmayo, con arias bellísimas, voces sobrehumanas y efectos escénicos tan deliciosos como audaces.
Siendo, como se ha dicho, una ópera que plantea múltiples dificultades, no es precisamente habitual encontrarla en las programaciones —si bien en 2011 también se pudo contemplar un glamuroso Rinaldo en Glyndebourne, con dirección musical de Ottavio Dantone y escénica de Robert Carsen—, de modo que la oportunidad de ver un montaje avalado por los nombres de Luks y Moaty ejerce una atracción insoslayable. Representada previamente en Praga, Caen, Rennes, Luxemburgo y Versalles entre 2009 y 2011, hemos podido «repescarla» de regreso en Praga en este mes de mayo, y escribimos estas líneas como aviso a navegantes, para que nadie pierda la ocasión si es que el montaje conociera más escalas.
Siendo, como se ha dicho, una ópera que plantea múltiples dificultades, no es precisamente habitual encontrarla en las programaciones —si bien en 2011 también se pudo contemplar un glamuroso Rinaldo en Glyndebourne, con dirección musical de Ottavio Dantone y escénica de Robert Carsen—, de modo que la oportunidad de ver un montaje avalado por los nombres de Luks y Moaty ejerce una atracción insoslayable. Representada previamente en Praga, Caen, Rennes, Luxemburgo y Versalles entre 2009 y 2011, hemos podido «repescarla» de regreso en Praga en este mes de mayo, y escribimos estas líneas como aviso a navegantes, para que nadie pierda la ocasión si es que el montaje conociera más escalas.
De Moaty no cabe mejor carta de presentación que su colaboración con Benjamin Lazar en el lullyano Burgués Gentilhombre de Vincent Dumestre, que también tuvimos la fortuna de disfrutar intensamente en Versalles. En deuda con unos presupuestos historicistas absolutamente encantadores, se rescatan aquí la iluminación escénica con velas, la sobriedad no exenta de funcionalidad del arbóreo decorado, el delicado estatismo y gestualidad de las figuras, el rico vestuario, los impactantes efectos sonoros y visuales logrados con recursos teatrales puramente barrocos (el pasaje de la tormenta o el descenso desde los cielos del fastuoso carro de Armida con sus dragones son espectaculares, y qué bien resuelta está la escena de la barca sobre un exquisito mar de telas), así como la inclusión de preciosos números de danza.
De Luks se conocen sobradamente sus excelentes grabaciones de la obra de Jan Dismas Zelenka al frente de la agrupación Collegium 1704. En vivo, su Handel resultó impetuoso y muy subrayado en líneas y color, con una bellísima sección de cuerda y un metal exuberante. En lo vocal, el elenco fue también, en general, sobresaliente. Exquisita sobre todos se mostró Varduhi Abrahamyan como Rinaldo, espléndida mezzo que regaló un «Cara sposa, dove sei» emocionante, haciendo gala de una voz aterciopelada y magníficamente modulada, y más teniendo en cuenta que su papel es de dificultad técnica extrema. Otra de las grandes arias de la noche, «Lascia ch'io pianga», sonó delicada y sentida en el instrumento de Katerina Knezíková, que sin ser excepcional, supo bruñir con ágiles trinos y sensibilidad canora. Marie Fajtová fue una Armida arrebatada e implicada, de voz potente y también alígera, con momentos brillantes y alguna que otra destemplanza inducida por su pasión. Wolf Matthias Friedrich como invitado estrella fue el único lunar en un contexto excelente: decepcionó como Argante, con pobres agilidades y terribles transiciones; una sorpresa que no nos esperábamos en él. Muy bien, como se ha dicho, el resto del elenco, que se mantuvo en un gratísimo nivel, y muy atinada la coreografía de baile y lucha de Françoise Denieau.