Aitor
Hevia, violín
Forma
Antiqva
Aarón
Zapico, director musical
Theo
Bleckmann, voz
Uri
Caine, piano
Winter&Winter,
2012.
Disponible
en www.diverdi.com
Presentar hoy por hoy los conciertos de las «Cuatro Estaciones» de
Vivaldi (el op. 8 incluido en Il cimento
dell'armonia e dell'invenzione) parece casi innecesario. Lo mismo, entonces, cabría decir de una
nueva versión discográfica de este op. 8, del que ya existen tantísimos
registros. Y sin embargo nos hemos dado de bruces con una singular sorpresa.
No, las «Cuatro Estaciones» de Forma Antiqva poco tienen que ver con nada que
hayamos escuchado hasta ahora.
Es verdad que los últimos años nos han ido deparando lecturas
refrescantes de las Estaciones del cura pelirrojo. Su rehabilitación y casi
descubrimiento, frente a tristezas y melosidades previas, vino de la certera mano
de Fabio Biondi, y tras él se sucedieron proezas como las de Stefano Montanari,
Giuliano Carmignola o Amandine Beyer. Así pues, ¿qué tenemos de nuevo entre las
manos?
La concepción de los Zapico satisfará a oídos experimentados y deseosos
de sensaciones fuertes, también a quienes se acerquen por primera vez a estos
conciertos (siempre hay una primera vez, incluso para las «Cuatro Estaciones»).
Con unos ataques fulminantes por parte del impresionante violinista que es
Aitor Hevia y con una concepción que no sé si calificar como teatral o casi
cinematográfica de la partitura (podría decirse que «vemos» la colorida
sucesión de las estaciones), en la que los Forma Antiqva demuestran que saben
buscar tres pies al gato más ladino y que poseen un horizonte musical que se
posa mucho más allá de la mera notación, nos encontramos con una versión deliciosa,
vivaz, contrastada al límite, y por ello muy poderosa. Es más: los Zapico
siempre consiguen que resulte espontáneo y natural lo que, hasta que ellos no
lo tocan, no lo era (por ejemplo, reducir en más de un minuto el adagio
molto del Otoño).
El disco se completa con cuatro intervenciones a modo de preludios del
bien conocido Uri Caine al piano e instrumentos electrónicos, quien acompaña la
declamación cantada por parte de Theo Bleckmann de los cuatro poemas «estacionales»
—presumiblemente vivaldianos— que sustentaron cada concierto del op. 8
(singular ut musica poesis). Es una lástima que los poemas se
presenten en versión inglesa en lugar de la italiana original. En todo caso,
suponen un singular encuentro de visiones y de siglos que, si no a todos, gustará
al curioso que apetezca un plus sobre Vivaldi.
En suma, otra fuerte —y ganadora— apuesta de Winter&Winter, combinada
con una atrevida y bella presentación ilustrada por Marcel Van Eeden.