POÉTICA ALQUIMIA DEL AMOR

Loves AlchymïeObras de Dowland, Donne, Hume, Jenkins, Cop(e)rario, Corkine, Wilson, Ferrabosco y Lawes

Deutsche Harmonia Mundi-Sony Music, 2010. 69’03’’
Se encuentra en: www.amazon.fr
Inexplicablemente, este disco ha pasado bastante inadvertido entre las novedades reseñadas en las publicaciones habituales de la cosa musical, probablemente por no distribuirse en los lugares de costumbre, cuestión por la cual remitimos a una página web bien conocida donde este cedé se podrá encontrar a muy buen precio.
“Loves Alchymïe” es el título de un poema capital de John Donne en el que las referencias intelectuales son muchas y los significados tan múltiples como enigmáticos. En todo caso, ese poema constituye todo un tratado acerca de las facetas y posibilidades de amor y sus efectos más y menos encomiables, y también, como no podía ser de otra manera, acerca de la muerte (ya lo decía un blasón francés: “amor en latín es vecino de muerte, y así la muerte proviene del amor”). Y aproximadamente de eso trata este soberbio disco, que incluye piezas de Donne convenientemente musicadas (curiosamente, no la que da título al cedé), presentando un precioso mosaico de la poesía y la composición del XVII en Inglaterra, cuyo cielo estuvo surcado por estrellas rutilantes como Hume, Byrd, Lawes, Jenkins o Coprario.
En esta ocasión nos encontramos con un proyecto excepcional, de peculiarísima concepción (se trata de 21 piezas organizadas en 7 bloques temáticos) y magnífica materialización. El trío conformado por Dorothee Mields (soprano), Hille Perl (viola da gamba) y Lee Santana (laúd), que ya nos había dado gratas sorpresas con Dowland o Kapsberger, imparte aquí una lección de frescura y delicadeza. La música está viva, llena de gracia, en una interpretación contemporánea que lo es sin necesidad de caer en la grosería de una “actualización” sin matices. Las cuerdas de Perl y Santana se muestran perfectamente compenetradas y casi conchabadas para desvestir a media luz esta música inglesa sin restarle un ápice de elegancia, y la extraordinaria, etérea voz de Mields, parece humana a duras penas. Un auténtico capricho.