Tras montajes operísticos de escasa sustancia a lo largo de los últimos veranos, con directores sobrevalorados y reiterativos, con cantantes con frecuencia a media asta, con títulos en muchas ocasiones de nula relevancia (como la plúmbea Favorita inaugural de este año, sin ir más lejos), tiempo era de que pudiéramos presenciar una ópera de vuelo, acorde con el sello excepcional de calidad que se arroga el Festival Internacional de Santander. Y es que, en efecto, la Parténope de Leonardo Vinci (no “da Vinci” como ha aparecido en algún medio local) representada este miércoles en la Sala Argenta ha dejado el listón bien alto, diría incluso que peligrosamente alto, en el ámbito de una programación un tanto desfallecida.
Es cierto que en lugar de la ópera de Vinci podríamos haber esperado un montaje de alguna obra de Haendel o incluso Purcell, ya que se supone que estamos en su año de conmemoración, aunque por aquí nada sepamos. Pero es verdad también que el montaje de Parténope ha merecido con creces la pena a todos los niveles. La leyenda de la bella sirena fundadora de Nápoles ha suscitado el interés de compositores varios y grandes –el mismo Haendel, Caldara, Vivaldi…-, pero la partitura de Vinci, en contra de cualquier pronóstico, no es precisamente desdeñable, a pesar de lo cual habían transcurrido doscientos años sin que se representara adecuadamente. Hoy, el trabajo de Antonio Florio y Gustavo Tambascio, con la presencia de la Capella della Pietá de ‘Turchini y de un elenco de lujo, ha dado acceso –gracias a la producción del INAEM– no sólo a la excelente recuperación de la Parténope (ojalá se edite en dvd), sino también a un auténtico espectáculo de primer orden, de los que por aquí no suelen verse.
Y es que pocas veces confluyen rigor, historicismo, elegancia y encanto en un montaje de ópera barroca: desde la recuperación del espíritu de una escenografía histórica, con telones, perspectivas y trampantojos riquísimos y bien estudiados (espléndido Ricardo S. Cuerda); pasando por una gestualidad también coetánea, exquisitamente teatral, con atención a la retórica y afectos propios de una ópera de comienzos del siglo XVIII; sin olvidar el cuidado de un vestuario magnífico, lujoso (preciosos figurines de Jesús Ruiz); ni renunciar siquiera a la inclusión de deliciosos números de baile y lucha, e igualmente de entreactos bufos, uso habitual de las óperas barrocas destinado a aligerar lo serio de la trama.
En lo vocal, la presencia de tres grandes del repertorio barroco satisfizo las expectativas generadas. Sonia Prina en su papel principal de Parténope hizo gala de una voz sólida, carnosamente oscura, que afrontó con buena garra su cometido, exhibiéndose como una dama en las arias de bravura. Maria Grazia Schiavo (Rosmira), que mostró una coloratura espléndida, brilló en las agilidades y ornamentos y se movió con soltura envidiable en escena. Por último, en el complejo rol de Arsace, Maria Ercolano, un poco apagada en el primer acto, creció desmesuradamente en el segundo, sobresaliendo por la delicadeza de su fraseo y marcándose un dificilísimo “Amante che incostante” de estremecedora interpretación. Stefano Ferreri como Armindo cumplió con justita solvencia desde su instrumento un tanto limitado, pasando en algún momento algún apuro, y lo mismo cabe decir de Eufemia Tufano (Emilio), que supuso la voz más floja de la noche y del elenco, algo que Florio y la orquesta intentaron atenuar en lo posible, ralentizando y rebajando los pasajes más comprometidos. No puede tampoco dejar de mencionarse el fantástico quehacer actoral y vocal de Pino de Vittorio y Marco Moncloa, plenos de gracejo y profesionalidad, en los simpáticos intermezzi.
La Orquesta de la Capella della Pietá de ‘Turchini, bajo la batuta segura de Antonio Florio, dio una lección de buen gusto no exento de expresividad, atenta a las inflexiones de la partitura y a las exigencias vocales de la escena, con un sonido rico y matizado.
Lamentablemente, la Sala Argenta estaba ocupada en un 60% de su capacidad, e incluso se produjeron deserciones a lo largo de la representación. Al menos las ovaciones finales fueron, esta vez, tan largas como merecidas. Esperemos que no sea larga la travesía del desierto hasta la siguiente cita comm’il faut. Quousque tandem?
Es cierto que en lugar de la ópera de Vinci podríamos haber esperado un montaje de alguna obra de Haendel o incluso Purcell, ya que se supone que estamos en su año de conmemoración, aunque por aquí nada sepamos. Pero es verdad también que el montaje de Parténope ha merecido con creces la pena a todos los niveles. La leyenda de la bella sirena fundadora de Nápoles ha suscitado el interés de compositores varios y grandes –el mismo Haendel, Caldara, Vivaldi…-, pero la partitura de Vinci, en contra de cualquier pronóstico, no es precisamente desdeñable, a pesar de lo cual habían transcurrido doscientos años sin que se representara adecuadamente. Hoy, el trabajo de Antonio Florio y Gustavo Tambascio, con la presencia de la Capella della Pietá de ‘Turchini y de un elenco de lujo, ha dado acceso –gracias a la producción del INAEM– no sólo a la excelente recuperación de la Parténope (ojalá se edite en dvd), sino también a un auténtico espectáculo de primer orden, de los que por aquí no suelen verse.
Y es que pocas veces confluyen rigor, historicismo, elegancia y encanto en un montaje de ópera barroca: desde la recuperación del espíritu de una escenografía histórica, con telones, perspectivas y trampantojos riquísimos y bien estudiados (espléndido Ricardo S. Cuerda); pasando por una gestualidad también coetánea, exquisitamente teatral, con atención a la retórica y afectos propios de una ópera de comienzos del siglo XVIII; sin olvidar el cuidado de un vestuario magnífico, lujoso (preciosos figurines de Jesús Ruiz); ni renunciar siquiera a la inclusión de deliciosos números de baile y lucha, e igualmente de entreactos bufos, uso habitual de las óperas barrocas destinado a aligerar lo serio de la trama.
En lo vocal, la presencia de tres grandes del repertorio barroco satisfizo las expectativas generadas. Sonia Prina en su papel principal de Parténope hizo gala de una voz sólida, carnosamente oscura, que afrontó con buena garra su cometido, exhibiéndose como una dama en las arias de bravura. Maria Grazia Schiavo (Rosmira), que mostró una coloratura espléndida, brilló en las agilidades y ornamentos y se movió con soltura envidiable en escena. Por último, en el complejo rol de Arsace, Maria Ercolano, un poco apagada en el primer acto, creció desmesuradamente en el segundo, sobresaliendo por la delicadeza de su fraseo y marcándose un dificilísimo “Amante che incostante” de estremecedora interpretación. Stefano Ferreri como Armindo cumplió con justita solvencia desde su instrumento un tanto limitado, pasando en algún momento algún apuro, y lo mismo cabe decir de Eufemia Tufano (Emilio), que supuso la voz más floja de la noche y del elenco, algo que Florio y la orquesta intentaron atenuar en lo posible, ralentizando y rebajando los pasajes más comprometidos. No puede tampoco dejar de mencionarse el fantástico quehacer actoral y vocal de Pino de Vittorio y Marco Moncloa, plenos de gracejo y profesionalidad, en los simpáticos intermezzi.
La Orquesta de la Capella della Pietá de ‘Turchini, bajo la batuta segura de Antonio Florio, dio una lección de buen gusto no exento de expresividad, atenta a las inflexiones de la partitura y a las exigencias vocales de la escena, con un sonido rico y matizado.
Lamentablemente, la Sala Argenta estaba ocupada en un 60% de su capacidad, e incluso se produjeron deserciones a lo largo de la representación. Al menos las ovaciones finales fueron, esta vez, tan largas como merecidas. Esperemos que no sea larga la travesía del desierto hasta la siguiente cita comm’il faut. Quousque tandem?
Comentarios
Por cierto, gracias por hacerse seguidora de mi blog. Pásese y comente cuando quiera.
Saludos cordiales.
Me gusta leerte las crónicas, aúnque no debe pensar lo mismo Eufemia Tufano jejeje
besos
Un beso con nota.
;)
Saludos.
Soledad.B
Tengo pendiente una crítica del estreno mundial en tiempos modernos de esta sensacional obra de Vinci, llevada a cabo en León el pasado año.
Caerá pronto, espero.
Y claro, quiero felicitarte por tu excelente entrada y tu clarividencia en estas lides.
Un mvsical beso.