EDWARD GRIEG: Sonata para violonchelo en la menor, op. 36. Piezas Líricas (arr. E. Bertrand y P. Amoyel). Intermezzo en la menor.
Emmanuelle Bertrand, violonchelo
Pascal Amoyel, piano
Harmonia Mundi, 2008. 75’
Distribuye: Harmonia Mundi
Una de las piezas más bonitas del autor de Peer Gynt, y una de las cumbres en su género, es sin duda la Sonata para Violonchelo en la menor. Elegante, contrastada, luminosa, es esa pieza que colma aspiraciones en cualquier concierto. Sin embargo, a pesar de que hay en el mercado varias grabaciones interesantes, no puede decirse que exista una clara versión de referencia (incluso la histórica de Rostropovich y Richter está empañada por un sonido de fondo terrorífico). Y he aquí que llegan Emmanuelle Bertrand y Pascal Amoyel a ofrecernos un registro sobrio, íntimo y bien coloreado. La sorpresa no es tal para quienes recuerden aquella otra preciosa grabación de esta pareja de intérpretes, las Suites para Violonchelo de Ernest Bloch, y así mismo su bella Sonata de Réquiem de Olivier Greif, ambas para el sello HM.
En esta ocasión, Bertrand y Amoyel traducen con delicada viveza el espíritu refinado de Grieg, logrando una Sonata en la menor en estado de gracia. Es magnífica la compenetración y el diálogo entre ambos intérpretes, que saben sortear el papel habitual de este tipo de piezas, en que el violonchelo lleva la voz cantante y el piano se limita a ser la sombra compañera. Bien al contrario, en su “conversación” se desvelan matices inesperados de la composición, que resulta más rica, más plena, más redonda. La agilidad y brillantez en la interpretación subrayan la pasión del Allegro agitato, que reposa en dulce complicidad en el Andante para retomar con reflexivo impulso al Allegro final, en el que se reconoce la línea más tradicional de su autor.
Respecto a las Piezas líricas, se ha incidido de nuevo en su posible carácter dialógico mediante su arreglo para piano y violonchelo, cuando originalmente fueron escritas para teclado. Son piezas breves y deliciosas, traviesas e insinuantes, tiernas y nostálgicas, que se suceden con mágica complacencia. Por último, el Intermezzo en sí mismo constituye ya una novedad, pues es la primera vez que esta pieza se registra. En suma, un disco muy recomendable.
Pascal Amoyel, piano
Harmonia Mundi, 2008. 75’
Distribuye: Harmonia Mundi
Una de las piezas más bonitas del autor de Peer Gynt, y una de las cumbres en su género, es sin duda la Sonata para Violonchelo en la menor. Elegante, contrastada, luminosa, es esa pieza que colma aspiraciones en cualquier concierto. Sin embargo, a pesar de que hay en el mercado varias grabaciones interesantes, no puede decirse que exista una clara versión de referencia (incluso la histórica de Rostropovich y Richter está empañada por un sonido de fondo terrorífico). Y he aquí que llegan Emmanuelle Bertrand y Pascal Amoyel a ofrecernos un registro sobrio, íntimo y bien coloreado. La sorpresa no es tal para quienes recuerden aquella otra preciosa grabación de esta pareja de intérpretes, las Suites para Violonchelo de Ernest Bloch, y así mismo su bella Sonata de Réquiem de Olivier Greif, ambas para el sello HM.
En esta ocasión, Bertrand y Amoyel traducen con delicada viveza el espíritu refinado de Grieg, logrando una Sonata en la menor en estado de gracia. Es magnífica la compenetración y el diálogo entre ambos intérpretes, que saben sortear el papel habitual de este tipo de piezas, en que el violonchelo lleva la voz cantante y el piano se limita a ser la sombra compañera. Bien al contrario, en su “conversación” se desvelan matices inesperados de la composición, que resulta más rica, más plena, más redonda. La agilidad y brillantez en la interpretación subrayan la pasión del Allegro agitato, que reposa en dulce complicidad en el Andante para retomar con reflexivo impulso al Allegro final, en el que se reconoce la línea más tradicional de su autor.
Respecto a las Piezas líricas, se ha incidido de nuevo en su posible carácter dialógico mediante su arreglo para piano y violonchelo, cuando originalmente fueron escritas para teclado. Son piezas breves y deliciosas, traviesas e insinuantes, tiernas y nostálgicas, que se suceden con mágica complacencia. Por último, el Intermezzo en sí mismo constituye ya una novedad, pues es la primera vez que esta pieza se registra. En suma, un disco muy recomendable.
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