Maxine Eilander, arpa
Les Voix Humaines
Stephen Stubbs, tiorba y guitarra
David Greenberg, violín barroco
Atma Classique, 2008. 74’50
Distribuye: Amazon
El 24 de septiembre de 1645 la vista de William Lawes se oscureció súbitamente al recibir un balazo en la cabeza. Lawes murió en Chester, defendiendo a Carlos I del asedio de los hombres de Cromwell. Se dice que el rey Carlos lloró amargamente la muerte de su caballero, a quien llamaba “padre de la música”. Su llanto, no obstante, no se prolongó más allá de cuatro años, los que su cabeza permaneció sobre sus hombros antes de que Oliver Cromwell mandara separarla de su cuerpo.
Lawes es el nombre que con todas sus letras ocupa el espacio entre Dowland y Purcell. Inexplicablemente, es menos conocido que ellos, y no por falta de méritos: sus composiciones no sólo son bellas sino complejas y atrevidas en grado sumo. Discípulo de Coprario, Lawes es como una esponja que asimila todo lo que escucha y al tiempo lo reinventa. En él alienta mucha de la música europea de su tiempo pero con nuevo sabor: el adagio old bottle, new wine le encaja como anillo al dedo.
Entre sus composiciones destacan especialmente sus consorts, lo mismo para violas (magnífica la versión de Jordi Savall y Hespèrion XXI en Alia Vox en 2002) que, sobre todo, para arpa, que son los que en este disco se presentan, en la primera grabación integral existente en el mercado. Espléndida versión, además, que ha dejado el listón muy alto; como suele ser habitual, por otra parte, en el sello Atma. Se trata de once consorts para violín, bajo de viola, arpa y tiorba (qué hermoso especialmente el número 10), y un dúo para arpa y guitarra. Les Voix Humaines, Stubbs, Achtman, Fulton y Eilander realizan un trabajo irreprochable, pleno de sensibilidad y elegancia. Un disco para sumergirse en la felicidad que procura sólo la belleza.
Les Voix Humaines
Stephen Stubbs, tiorba y guitarra
David Greenberg, violín barroco
Atma Classique, 2008. 74’50
Distribuye: Amazon
El 24 de septiembre de 1645 la vista de William Lawes se oscureció súbitamente al recibir un balazo en la cabeza. Lawes murió en Chester, defendiendo a Carlos I del asedio de los hombres de Cromwell. Se dice que el rey Carlos lloró amargamente la muerte de su caballero, a quien llamaba “padre de la música”. Su llanto, no obstante, no se prolongó más allá de cuatro años, los que su cabeza permaneció sobre sus hombros antes de que Oliver Cromwell mandara separarla de su cuerpo.
Lawes es el nombre que con todas sus letras ocupa el espacio entre Dowland y Purcell. Inexplicablemente, es menos conocido que ellos, y no por falta de méritos: sus composiciones no sólo son bellas sino complejas y atrevidas en grado sumo. Discípulo de Coprario, Lawes es como una esponja que asimila todo lo que escucha y al tiempo lo reinventa. En él alienta mucha de la música europea de su tiempo pero con nuevo sabor: el adagio old bottle, new wine le encaja como anillo al dedo.
Entre sus composiciones destacan especialmente sus consorts, lo mismo para violas (magnífica la versión de Jordi Savall y Hespèrion XXI en Alia Vox en 2002) que, sobre todo, para arpa, que son los que en este disco se presentan, en la primera grabación integral existente en el mercado. Espléndida versión, además, que ha dejado el listón muy alto; como suele ser habitual, por otra parte, en el sello Atma. Se trata de once consorts para violín, bajo de viola, arpa y tiorba (qué hermoso especialmente el número 10), y un dúo para arpa y guitarra. Les Voix Humaines, Stubbs, Achtman, Fulton y Eilander realizan un trabajo irreprochable, pleno de sensibilidad y elegancia. Un disco para sumergirse en la felicidad que procura sólo la belleza.
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