Estonian Philarmonic Chamber Choir
Tallinn Chamber Orchestra
Robin Blaze, contratenor
Kädy Plaas, soprano
Paul Hillier, director
Harmonia Mundi, 2008. 63’45.
Distribuye: Harmonia Mundi
Tallinn Chamber Orchestra
Robin Blaze, contratenor
Kädy Plaas, soprano
Paul Hillier, director
Harmonia Mundi, 2008. 63’45.
Distribuye: Harmonia Mundi
Estonia es un país que, musicalmente hablando, está empezando a dar mucho que hablar. Entre sus compositores reconocidos se encuentran nombres de la talla de Rudolf Tobias (ya clásico, efigie del billete de 50 coronas estonias), Erki-Sven Tuur o el indiscutible Arvo Pärt. Precisamente con este último guarda íntimas conexiones estilísticas y temáticas el joven (cuarenta años) Toivo Tulev, declarado admirador de Jimmy Hendrix y antaño cantante en el que ya es gran Estonian Philarmonic Chamber Choir. Precisamente. Nada de esto es casual, y así lo atestigua este disco –Songs– que se mueve entre los rescoldos del canto gregoriano y el minimalismo “a lo estonio”, generando un disco en que el fervor religioso, la devoción literaria y una atmósfera mágica se conjugan para alumbrar una grabación hechizante.
Las Canciones de Tulev se mueven entre textos extraídos del bíblico Cantar de los Cantares y otros que nos tocan bien de cerca: el Cántico Espiritual y las Coplas del alma que pena por ver a Dios de nuestro San Juan de la Cruz. Particularmente los cortes “By night” o “Reveal, reveal your presence” resultan casi incandescentes, pero nada en el disco –que se completa con unas piezas breves basadas en obras de Becker, Traherne, Morley y Desprez– tiene desperdicio. El registro, que cuenta con una soberbia dirección de Hillier (buen conocedor, por cierto, de la música de Pärt), presenta la peculiaridad de fragmentar la masa coral, distribuyendo a los cantantes en diferentes grupos, promoviendo con ello una envolvente sensación espacial (subrayada por una espléndida toma de sonido). Aparte, hay otras singularidades, como el empleo del duduk, instrumento euroasiático semejante al oboe, con un acusado timbre melancólico, propicio al espíritu introspectivo de las obras.
Música sacra, música profana… poco importa. Lo cierto es que estamos ante uno de los discos más emocionantes del año.
Las Canciones de Tulev se mueven entre textos extraídos del bíblico Cantar de los Cantares y otros que nos tocan bien de cerca: el Cántico Espiritual y las Coplas del alma que pena por ver a Dios de nuestro San Juan de la Cruz. Particularmente los cortes “By night” o “Reveal, reveal your presence” resultan casi incandescentes, pero nada en el disco –que se completa con unas piezas breves basadas en obras de Becker, Traherne, Morley y Desprez– tiene desperdicio. El registro, que cuenta con una soberbia dirección de Hillier (buen conocedor, por cierto, de la música de Pärt), presenta la peculiaridad de fragmentar la masa coral, distribuyendo a los cantantes en diferentes grupos, promoviendo con ello una envolvente sensación espacial (subrayada por una espléndida toma de sonido). Aparte, hay otras singularidades, como el empleo del duduk, instrumento euroasiático semejante al oboe, con un acusado timbre melancólico, propicio al espíritu introspectivo de las obras.
Música sacra, música profana… poco importa. Lo cierto es que estamos ante uno de los discos más emocionantes del año.
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