Les plaisirs du Parnasse
Eva Bohri, violín
Peter Barczi, Patricia Gagnon, altos
Maya Amrein, violonchelo
Michele Zeoli, viola
Andrea Marchiol, órgano
Shizuko Noiri, archilaúd
David Plantier, violín y director
Zig-Zag Territoires, 2008. 69’27
Distribuye: Harmonia Mundi.
Que el gran Heinrich Ignaz Franz von Biber ha pasado de permanecer casi en el más denso anonimato a ser uno de los compositores de culto de las últimas décadas es un hecho inconcuso. A ello ha contribuido, sin duda, el auge de los intérpretes y las interpretaciones historicistas, y quizá en menor medida, ya en los últimos años, la coincidencia de la celebración del tercer centenario de la muerte del enorme violinista que encontró en la próspera Salzburgo sustento y reconocimiento. Del autor de las impagables Rosenkratz Sonaten van emergiendo y conociéndose, pues, diferentes colecciones de música de cámara para violín que no cesan de dejarnos asombrados por su belleza casi herética: las ocho sonatas para violín solo que grabó proverbialmente Romanesca, la Harmonia Artificioso-Ariosa y la Mensa Sonora de Musica Antiqua Köln… y ahora este Fidicinium Sacro Profanum, por si alguien tenía difícil decidirse por la música sacra o la profana de este genio irrepetible. Es evidente que estamos de enhorabuena.
El magnífico sello de la cebra, que nos está reportando algunas de las grabaciones más interesantes en música barroca de los últimos años, se ha apuntado un nuevo tanto con este disco en el que David Plantier vuelve a brillar con toda la poesía de su violín al frente de Les plaisirs du Parnasse, que hacen honor a su nombre proporcionándonos más de una hora de intenso placer, en un registro verdaderamente excepcional. La colección Fidicinium Sacro Porfanum, aparecida en Nuremberg en 1683, consta de doce sonatas, seis de ellas a cinco (extraordinariamente densas y dialogantes) y las otras a cuatro (en estas impera el violín como protagonista absoluto y único). El dedicatario, el príncipe arzobispo Maximilian Gandolph von Kuenburg, era a la vez hombre de Estado y de Iglesia. ¿Tal vez por ello pretendió Biber imprimir aire sacro y profano a la vez a su colección? ¿O era simplemente uno más de sus habituales juegos estilísticos?
Lirismo, intensidad, minuciosidad, energía… son algunas de las cualidades que derrochan Les plaisirs du Parnasse en este nuevo Biber. Imperdible.
Eva Bohri, violín
Peter Barczi, Patricia Gagnon, altos
Maya Amrein, violonchelo
Michele Zeoli, viola
Andrea Marchiol, órgano
Shizuko Noiri, archilaúd
David Plantier, violín y director
Zig-Zag Territoires, 2008. 69’27
Distribuye: Harmonia Mundi.
Que el gran Heinrich Ignaz Franz von Biber ha pasado de permanecer casi en el más denso anonimato a ser uno de los compositores de culto de las últimas décadas es un hecho inconcuso. A ello ha contribuido, sin duda, el auge de los intérpretes y las interpretaciones historicistas, y quizá en menor medida, ya en los últimos años, la coincidencia de la celebración del tercer centenario de la muerte del enorme violinista que encontró en la próspera Salzburgo sustento y reconocimiento. Del autor de las impagables Rosenkratz Sonaten van emergiendo y conociéndose, pues, diferentes colecciones de música de cámara para violín que no cesan de dejarnos asombrados por su belleza casi herética: las ocho sonatas para violín solo que grabó proverbialmente Romanesca, la Harmonia Artificioso-Ariosa y la Mensa Sonora de Musica Antiqua Köln… y ahora este Fidicinium Sacro Profanum, por si alguien tenía difícil decidirse por la música sacra o la profana de este genio irrepetible. Es evidente que estamos de enhorabuena.
El magnífico sello de la cebra, que nos está reportando algunas de las grabaciones más interesantes en música barroca de los últimos años, se ha apuntado un nuevo tanto con este disco en el que David Plantier vuelve a brillar con toda la poesía de su violín al frente de Les plaisirs du Parnasse, que hacen honor a su nombre proporcionándonos más de una hora de intenso placer, en un registro verdaderamente excepcional. La colección Fidicinium Sacro Porfanum, aparecida en Nuremberg en 1683, consta de doce sonatas, seis de ellas a cinco (extraordinariamente densas y dialogantes) y las otras a cuatro (en estas impera el violín como protagonista absoluto y único). El dedicatario, el príncipe arzobispo Maximilian Gandolph von Kuenburg, era a la vez hombre de Estado y de Iglesia. ¿Tal vez por ello pretendió Biber imprimir aire sacro y profano a la vez a su colección? ¿O era simplemente uno más de sus habituales juegos estilísticos?
Lirismo, intensidad, minuciosidad, energía… son algunas de las cualidades que derrochan Les plaisirs du Parnasse en este nuevo Biber. Imperdible.
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