PROPUESTAS SINGULARES EN LA 68 EDICIÓN DEL FIS


A pocas horas de la inauguración del Festival Internacional de Santander estamos a la expectativa ante las novedades que pueda depararnos esta 68 edición. El Festival Internacional siempre ha mostrado predilección por la faceta sinfónica, y esta nueva convocatoria no ha de ser distinta. En realidad, esta tendencia se ha reforzado aún más, si cabe, con la presencia de orquestas que incluso hacen doblete en días consecutivos, como la London Symphony o la London Philarmonic, además de las correspondientes a los días de inauguración (Mahler Chamber) y clausura (Suisse Romande) y alguna otra intermedia (Cadaqués). Esta apuesta reforzada se combina con un cierto desinterés por los «solistas estrella», más presentes en anteriores ediciones, con evidente excepción en las figuras de Maria João Pires (que más bien es ya un clásico) y uno de los tenores mimados del momento, el mexicano Javier Camarena. En lógica coherencia con estas propuestas, el repertorio abordado es convencional en líneas generales, con referencia a los grandes compositores y a las grandes obras que siempre son del agrado del público. Siendo su interés innegable, nos llaman más la atención dentro de la programación del Festival las citas que, con independencia de su tamaño, se salen de la norma por su formato o contenido.
En este sentido, es de agradecer que alguien por estos pagos se acuerde del cuatricentenario del nacimiento de esa genial compositora y cantante que fue Barbara Strozzi, y que se acuerde, además, con la solvencia que el asunto precisa. En este caso, y dentro del circuito de los Marcos Históricos, el ensemble Ars Atlántica, dirigido por el bien conocido arpista Manuel Vilas, aborda un programa de cantatas de la revolucionaria autora veneciana, que recobrarán la voz en las propias de la soprano María Espada y la mezzo Marta Infante, cuyos nombres no requieren de presentación y garantizan sendas veladas gozosas en Colindres y Herrera de Ibio.
Hay que lamentar que precisamente este último concierto en Herrera coincida con otra de las citas más apetecibles del Festival, esta vez en la sala Argenta: el cuasiestreno –el estreno real se producirá dos días antes en San Lorenzo de El Escorial– del montaje de teatro musical basado en la novela del periodista santanderino Jesús Ruiz Mantilla, Yo, Farinelli, el capón, planteada como una suerte de monólogo del célebre castrato desde la atalaya del tramo final de su vida. Si a falta de pan buenas son tortas, la añoranza de la ópera en el Festival nos conduce a recibir con agrado propuestas que trascienden lo estrictamente musical y permiten el disfrute del factor escénico. El popular actor Miguel Rellán, bajo la dirección del también cántabro Manuel Gutiérrez Aragón –que con esta obra regresa a las tablas–, será el encargado de afrontar el reto de evocar la apasionante vida del cantante Carlo Broschi en su faceta dramática, en tanto que la parte musical viene de la mano de un grupo querido en estas tierras: Forma Antiqva, con Aarón Zapico como director, que contará con la voz del contratenor Carlos Mena –igualmente, más que conocido entre el público del Festival– para ilustrar la dramaturgia. Se trata sin duda de un proyecto interesante por su evidente singularidad.
Por fortuna, Bach vuelve a estar muy presente en el FIS, en esta ocasión con dos nombres de primera línea en la interpretación históricamente informada y que, además, tienen el atractivo añadido de no haber pisado nunca los escenarios de nuestra región: Amandine Beyer con sus Gli Incogniti –a quienes ya dedicamos un reportaje más extenso la pasada semana en El Diario Montañés– y el gran Ton Koopman al frente de la Amsterdam Baroque Orchestra & Choir. Contamos con el privilegio de poder escuchar a esta formación absolutamente mítica tras el recentísimo y atinado nombramiento de Ton Koopman como Presidente de la Fundación Archivo Bach de Leipzig, en sucesión de otro monstruo musical: John Eliot Gardiner. Con un programa dedicado íntegramente a cantatas bachianas, es de esperar una noche memorable, como lo son siempre las grabaciones del mayúsculo clavecinista y organista holandés.
No se podría enumerar con propiedad esta batería de «caprichos» del Festival sin mencionar la otra excelente agrupación historicista que se acerca también por primera vez a Cantabria, en este caso algo menos barroca y algo menos francesa que de costumbre: Marc Minkowski con Les Musiciens du Louvre, que abordarán la Oda a Santa Cecilia handeliana en arreglo de Mozart (de interés circunstancial) y sobre todo la Gran Misa en do menor del salzburgués, K 427, plato fuerte imprescindible. Minkowski se encuentra muy a gusto en España y en sus nuevos repertorios, más cercanos a la contemporaneidad, aunque hace escasos meses volvió a reavivar en Madrid el arrollador barroco francés que en su día lo catapultó a la fama (aquella Symphonie imaginaire que fue toda una revelación y el inicio de una gran pasión por la música francesa, que rindió incluso a los oyentes menos habituales del repertorio).
Y ya para terminar, y por hacerlo de forma circular, regresando a un formato más pequeño, se intuye que será un espectáculo absoluto para la vista y los sentidos el concierto La ruta de la seda, de Capella de Ministrers, el ensemble que dirige Carles Magraner y que tampoco es ya novato en Cantabria, pero que siempre seduce con sus propuestas surcadas de alientos de oriente y occidente, de instrumentos exóticos y fascinantes, de sones que nos hacen volar muy lejos en el tiempo hacia un estado sin fronteras del espíritu.
Queden aquí estas recomendaciones perdidas entre los vericuetos quizá menos visibles del nuevo Festival; solo se echa en falta en este FIS –lo mismo que en la inmensa mayoría de las programaciones en España– mayor amor a la música de los grandes compositores de los siglos XX y XXI: la música de nuestro tiempo devastado y torpemente reconstruido y vuelto a mancillar; ese tiempo que al fin y al cabo es el nuestro. Tal vez en la próxima edición, de evocador número, haya más música contemporánea –de cámara, sinfónica, incluso ópera– y nos visite alguna gran figura de la dirección o la interpretación de estos repertorios. ¿Se imaginan asistir en Santander a un concierto de, por ejemplo, Barbara Hannigan? Por imaginar, que no quede.