POLIFONÍA AL SERVICIO DEL PODER

En el marco de la programación musical de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo hemos podido asistir en la tarde del lunes al singular concierto ofrecido por los ensembles La Danserye y Capella Prolationum. Y hablamos de singularidad no solo por el repertorio abordado –música del Renacimiento europeo, y más en concreto, piezas del XVI, ligadas en uno u otro modo al ensalzamiento propagandístico de la figura del emperador Carlos I de España y V de Alemania con motivo de sus coronaciones, celebraciones y tratados de paz– sino también por la ritual puesta en escena y la exhibición de las diferentes formas de la práctica en las capillas catedralicias de la época. Si sumamos a la sólida formación de los miembros de La Danserye, que constituye sin duda el mejor grupo de ministriles de nuestro país, la belleza visual y sonora de sus instrumentos, la particular restauración y reproducción facsímil de libros de coro y partichelas que realizan y que incorporan a la ejecución del concierto –cautivando la mirada del espectador desde la imponente presencia del facistol, también propio, replicado a partir de originales conservados en la catedrales de Jaén y Pamplona– y la teatral y estudiada disposición de los cantantes de la Capella Prolationum, es innegable que nos encontramos ante un espectáculo del mayor interés.
La nómina de autores abordados compone un programa muy bien hilvanado, intenso y al tiempo equilibrado, desde la enfática fanfarria inicial –por otra parte curiosísima, pues remite al sonido de un mecanismo musical, reproducción en miniatura del navío de Carlos V, conservado en el parisino Museo del Renacimiento–, hasta los platos fuertes de misas (partes) y motetes de Cristóbal de Morales –Missa Mille regretz y Jubilate Deo a 6—, Clemens non Papa –Carolus, magnus eras a 5—, Johannes Lupi –Missa Carolus Imperator Romanorum Quintus a 5– y Nicolás Gombert –Missa Sur tous regretz a 5–, que se entrelazan con piezas exquisitas y más livianas como Pane me a mi duche del sutil Crécquillon, Sur tous regretz de Jean de Richafort o las Diferencias sobre el Canto del Caballero de Antonio de Cabezón.
Es un placer escuchar el seductor sonido que los hermanos Pérez Valera extraen de sus orlos, sacabuches, flautas y vientos diversos que exhiben para deleite del público, instrumentos todos ellos tan vistosos como difíciles de tañer. Afinación perfecta, delicadeza interpretativa y compenetración total fueron sus constantes a lo largo de todo el concierto en las partes instrumentales. En el repertorio con voz, los resultados fueron un poco más desiguales, aunque los Prolationum fueron de menos a más. Las primeras piezas resultaron excesivamente abigarradas, con líneas de canto a veces confusas, echándose en falta mayor austeridad y esa limpieza sonora que demanda el canto llano; en la segunda mitad del concierto la situación mejoró, ganándose en transparencia. En racimo ante el facistol o bien transversales, con sus partes diferenciadas en las hermosas partichelas, los miembros de la Capella Prolationum siguieron los dictados del tactus férreamente marcado por su director.
La belleza del repertorio y la entrega de los músicos suscitaron cerrados y merecidos aplausos, que se vieron compensados con un bis, el Kyrie segundo de la misa Mille regretz de Morales.