Con
el título Un plan de muerte se presentó en la Sala Pereda del Palacio de
Festivales de Santander el último montaje de la compañía cántabra Teatro
Teatrae, dirigido por Ruth Garreta e interpretado por la propia Ruth, Vanesa
del Castillo y Cristina Calvo. Se daba la circunstancia adicional, no muy
afortunada, de que con esta obra se iniciaba la programación de otoño del
Palacio. Y decimos no muy afortunada porque la función tuvo un resultado más
que dudoso que nos dejó mal sabor de boca, máxime cuando estábamos expectantes
por asistir al fin a una jornada de
teatro tras la larga temporada estival santanderina, en la que, como es
sabido, se priman con mucho los espectáculos musicales.
La propuesta temática de Teatro Teatrae no es novedosa en absoluto, pero eso es algo que se podría perdonar. Lo más difícil de sobrellevar ha sido la sucesión de gags manidos y sin la menor gracia, la inclusión de elementos groseros e innecesarios (¿de verdad se precisaba poner un audio con pedos a todo volumen?), la deriva de monólogos absurdos y sin rastro de ingenio (el sermón del sacerdote pone los pelos de punta), el ritmo penosamente lento, la dirección errática... Las actrices hacen lo que pueden entre tanto desatino, del que solo cabría salvar una aceptable iluminación (Edu García) y un uso rentable de los precarios recursos escénicos (Patrick Forestier y Ral García). Esperemos que semejante «plan para matarnos», creemos que urdido con menos alevosía que inexperiencia, no sea como las témporas estacionales, o sea, un mal presagio para el desarrollo del resto de la programación palaciega.
La propuesta temática de Teatro Teatrae no es novedosa en absoluto, pero eso es algo que se podría perdonar. Lo más difícil de sobrellevar ha sido la sucesión de gags manidos y sin la menor gracia, la inclusión de elementos groseros e innecesarios (¿de verdad se precisaba poner un audio con pedos a todo volumen?), la deriva de monólogos absurdos y sin rastro de ingenio (el sermón del sacerdote pone los pelos de punta), el ritmo penosamente lento, la dirección errática... Las actrices hacen lo que pueden entre tanto desatino, del que solo cabría salvar una aceptable iluminación (Edu García) y un uso rentable de los precarios recursos escénicos (Patrick Forestier y Ral García). Esperemos que semejante «plan para matarnos», creemos que urdido con menos alevosía que inexperiencia, no sea como las témporas estacionales, o sea, un mal presagio para el desarrollo del resto de la programación palaciega.