ESPERANZA EN LAS MÚSICAS DEL MUNDO

El de la esclavitud ha sido un asunto abordado en la literatura y la cinematografía con frecuencia, menos desde otras perspectivas, y siempre con un enfoque descriptivo. Sin soslayar la brutalidad obvia de la esclavitud, lo cierto es que hay otras consideraciones más reflexivas y positivas que se pueden extraer de un hecho histórico tan deleznable, y son esas precisamente las que Jordi Savall subraya en su última propuesta, Las rutas de la esclavitud; un valiosísimo trabajo que ha visto la luz recientemente en el sello Alia Vox, que está presentándose en diferentes países europeos y que se ha podido disfrutar, como estreno en España, en el Festival Internacional de Santander en la noche del sábado.
Jordi Savall, siempre embarcado en mil proyectos, ha orquestado en esta ocasión una propuesta extraordinaria en la que ha sido capaz de implicar a músicos de primer nivel procedentes de diversas partes del mundo —en concreto, de África, Sudamérica y Europa— con un denominador común: mostrar la huella que los esclavos dejaron en la cultura musical de sus descendientes; una cultura específica que funciona como denuncia, pero también como liberación y ejercicio de memoria, esperanza y emoción. Las rutas de la esclavitud recorre villancicos de negros, canciones cristianas, bailes mestizos, formas musicales de tradición africana… El Renacimiento y el Barroco europeos adquieren con estos préstamos colores nuevos que seducen por su gracia y riqueza.
El espectáculo es guiado por un lector (Emilio Buale) que recoge cronológicamente textos relativos a diferentes aspectos del desarrollo de la esclavitud (crónicas, cartas, tratados, libros de viajes…) hasta su abolición. Al hilo de sus intervenciones se incorporan los diferentes músicos, de los que sería injusto hacer un mención que no los recogiera absolutamente a todos. Sin embargo, hay que decir que resultaron muy emotivas las canciones de una Maria Juliana Linhares en estado de gracia y las mágicas, cristalinas piezas interpretadas por Ballake Sissoko, Rajery y Driss el Maloumi, a los que cabe sumar la magnética voz de Kassé Mady Diabaté, la vistosidad de las coristas de Mali y el desparpajo de Ada Coronel. Todos en conjunto, sin olvidar el excelente hacer de Hespèrion XXI y la Capella Reial de Catalunya, nos regalaron probablemente la noche más especial del Festival y, sin duda, una de las más generosas: más de dos horas y media de auténtico espectáculo que finalizaron con unas palabras muy actuales de Savall y unas preciosas variaciones sobre una guaracha del XVII de Juan García de Céspedes.