JÚBILO DE NAVIDAD

Entre las numerosas propuestas musicales que, para celebración de la Navidad, se han concitado en estos días en diversos lugares de nuestra ciudad, sin duda merece especial atención el espléndido concierto que ofreció la agrupación de música antigua Le Concert Lorrain en la Sala Argenta del Palacio de Festivales de Cantabria. El ensemble, dirigido habitualmente por su violonchelista, Stephan Schultz, estuvo en esta ocasión atento a las indicaciones del tenor Christoph Prégardien, que a la vez era una de las cuatro voces solistas del Oratorio de Navidad de Bach ofrecido al auditorio. El resto de partes estuvieron encarnadas por Joanne Lunn (soprano), Christianne Stotijn (contralto) y Peter Kooij (bajo); un elenco de lujo muy bien complementado por el Coro de Cámara de Dresde, dirigido por Tobias Mäthger.
El Oratorio de Navidad BWV 248 (1734-1735), como es sabido, está recorrido en sus seis cantatas por un espíritu esencialmente tierno, jubiloso e incluso festivo, aun a pesar de su temática, a priori más recoleta, dado que en gran parte se compone de «autopréstamos» que el Cantor tomó de varias de sus propias cantatas profanas. El Oratorio no pierde por ello ni un ápice de grandeza, y así supieron subrayarlo todos los intérpretes. Prégardien se multiplicó por tres en su labor de dirección y en su papel de Evangelista —sin ayuda de texto, de memoria— así como en sus intervenciones en sus recitativos y arias correspondientes, y salió airoso en general de tan exigente reto. Su voz es sólida y bella, aun con alguna dificultad de agilidad, con un bonito legato y con una dicción exquisita. Stotijn exhibió gran pasión en su canto, con una voz oscura, densa y aterciopelada. Joanne Lunn no ha grabado por casualidad con John Butt y los Dunedin Consort su recentísima y preciosa versión del Oratorio de Navidad bachiano: su instrumento tiene cuerpo y delicadeza al tiempo, y se prodiga con generosidad e intensa y muy cuidada expresión. Por último, el casi legendario Kooij, exhibió una vez más su imponente voz, tal vez menos tersa que en tiempos pasados —ya ha sobrepasado los sesenta— pero aún con la firme autoridad del gran intérprete bachiano que es.
El Dresdner Kammerchor intervino como coro excelente y brioso, muy justo tal vez en componentes, pero de indudable calidad, con perfecto empaste y hermoso sonido. Le Concert Lorrain es un ensemble entusiasta a la par que equilibrado y elegante, al que su director habitual casi pugnaba por dirigir desde su asiento de chelista; en este sentido, la labor de dirección de Prégardien no fue lo más loable de la noche. Pero la redondez de los instrumentos solistas y la efusividad de las trompetas, unidas al color de la orquesta y la belleza de las voces, nos dispensaron una velada emocionante en que se pudo paladear el sabor menos edulcorado y más auténtico de la Navidad.