LA ESPERA. Piero Messina. 2015.

Excelente a la par que desoladora ópera prima de Messina, asistente de Sorrentino en La gran belleza. Un antecedente que se aprecia en La espera, rodada con exquisitez y con algunos planos verdaderamente extraordinarios (el comienzo es fabuloso, pero hay otras muchas escenas decididamente deslumbrantes). Absolutamente todos los detalles (los rincones de la decadente pero aristocrática mansión siciliana, las comidas, el esplendoroso paisaje, los paños negros que tapan ventanas y espejos para enterrar en vida el dolor de la Madonna martirizada) son la silenciosa banda sonora que nos pone en bandeja la tragedia más terrible: la de la mors inmatura, la muerte del hijo que precede a la de su madre, sustanciada en una magistral Juliette Binoche, en plena y seductora madurez femenina y artística; su rostro es magnético y potencia una película muy bien hecha que probablemente sin ella se hubiera simplificado o resentido. Aparte de la tragedia obvia, Messina sabe introducir unas punzadas de crueldad que dotan a la historia de elegancia y singularidad. El contrapunto de la férrea Madonna Anne es la atractiva e inestable Jeanne (Lou de Laâge), aspirante a esposa del hijo ya cadáver. Jeanne encarna la inocencia pero también la insustancialidad de su amor, en una escena-trampa pérfidamente tramada por Anne y en la que la novia cae con estrépito juvenil e inconsciente (el baile con dos galanes viciosos al ritmo del revelador Waiting for a miracle de Leonard Cohen es una lección cinematográfica de sensualidad, tensión dramática y sentimientos encontrados que se pueden masticar). La trama toma flecos de Pirandello, pero interesa esencialmente su modo narrativo. Binoche interpreta como nadie la belleza del espanto, el tormento de la soledad buscada y a conciencia cincelada en una tumba de oro; nada está sobreinterpretado ni fuera de lugar. Hasta la música es perfecta. Dolorosísima, íntima y valiosa.
 
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