Este fin de semana ha regresado por nuestra ciudad el
cantaor catalán Miguel Poveda, en nueva visita al Palacio de Festivales. La
cita no parecía contar con itinerario específico —no se entregaba al público
programa de mano—, aunque pocos flecos quedaron al azar en un espectáculo ya
muy rodado y calculado hasta el último milímetro. La experiencia del catalán en
escena es mucha y además se presenta arropado por excelentes músicos; si a ello
añadimos una compenetración extraordinaria entre todos ellos y un montaje que
funciona como un mecanismo de relojería —entradas y salidas, pausas,
iluminación, vestuario...—, el resultado es una velada organizada para gustar
en la que es difícil que algo falle.
De manera que a modo de pensada improvisación se ofreció un
recital con tres partes muy claras: una primera y más amplia dedicada a cantar
más de la mitad de los temas del nuevo disco Sonetos y poemas. Para la
libertad, donde se pone música a
versos muy bien escogidos de Hernández, Lope, Quevedo, Lorca, González, Neruda,
Borges, Alberti y más —menciono estos porque fueron los interpretados en la
noche—. Desde luego, no se trata de flamenco, sino de una fusión de corte pop a
la que sin embargo hay que reconocer acierto y poderío en muchas de las
adaptaciones, más subrayado en el directo que en el disco por la batería y la
iluminación. El precioso poema de Alberti tuvo una emotiva interpretación con
el hondo apoyo de la gran Esperanza León, y de Lope de Vega encandiló la
rotundidad imprimida al inmortal soneto. Poner música a la poesía siempre es
tarea de riesgo, y más en el caso de poemas tan señalados; los resultados
pueden gustar más o menos, pero el trabajo aquí se ha hecho con coherencia y
respeto.
Tras espontánea captatio
benevolentiae del cantaor se dio paso a la sección propiamente flamenca de
la noche, con destacado protagonismo del gran Chicuelo en la guitarra española
y revisión de palos diversos con homenaje expreso a Cádiz y Sevilla. Hay que
afear, en esta parte como en realidad en el resto del concierto, la excesiva
amplificación, que distorsiona la naturalidad e intimismo del cante.
No podía cerrarse el recital sin hacer parada en la copla, a
la que tanto debe profesionalmente Poveda. El esperado Y sin embargo te
quiero lo cantó a dúo y bien con la joven promesa Álvaro Montes, que aguardaba
expectante ser llamado en la butaca contigua a la mía e hizo gala de potente
voz, aunque ya durante todo el concierto palmoteó y cantuvo. Cuando Poveda se
arrancó a bailar con sexuales contoneos adentrándose en el repleto patio de
butacas, se confirmó en pleno delirio que el cantaor domina perfectamente el
espacio escénico y los distintos registros de su público, sabiendo suscitar su
reacción.
El concierto, que casi rondó las dos horas, terminó con generosa
y necesaria mención personal a los grandes músicos que hicieron posible la
noche: Chicuelo y Esperanza, pero también Paquito González, Antonio Coronel,
Joan Albert Amargós, El Londro...