DESTELLOS EN EL PARQUE


Con ecos inexplicados de Cortázar y un supuesto influjo de Dahl y Saki que no vimos por ninguna parte, llegó al Palacio de Festivales en este fin de semana Continuidad de los parques, bajo la dirección de Sergio Peris-Mencheta sobre textos de Jaime Pujol. La obra se articula a base de piezas breves que acontecen en un parque de simbólicas coordenadas temporales: la acción se extiende a lo largo de un día y a la vez de las cuatro estaciones de un año. Todas las piezas son independientes entre sí salvo «Yeguas en la noche», desarrollada en dos partes. Curioso título, por cierto, que juega innecesariamente al despiste si no reparamos en que es traducción literal de night (noche) - mare (yegua): nightmare es 'pesadilla' en lengua inglesa, y solo así encuentra justificación su historia.
Como en todo montaje configurado por sketches, el resultado es irregular. La diferencia entre unas piezas y otras es en ocasiones abismal, pues son muchos los palos que se tocan y difíciles de hilar con coherencia: absurdo, humor grueso, tragedia, mímica, costumbrismo... Nos encontramos, pues, con un «patchwork botánico» de apariencia más bien discontinua, en el que no obstante brillan algunas piezas específicas y, sobre todo, la entrega de sus cuatro actores, implicados al máximo y muy bien dirigidos; así se vio en «Nightmare», con todos ellos genialmente sincronizados en un número con aires a Tricicle. También debe subrayarse lo efectivo de la escenografía y la buena iluminación.
Continuidad de los parques constituye seguramente la muestra perfecta de lo que pudo ser y se quedó a las puertas, quizás por falta de decisión a la hora de podar —si se permite el chiste fácil—, lo mismo la duración de las piezas e incluso alguna de ellas («Voces» resulta insoportable), que los recursos del texto, que tienden a una incómoda redundancia: búsqueda de lo imprevisible, diálogos estirados... Lo mismo le ocurre a la peculiar banda sonora de la obra, una loop station que tejería un magnífico ambiente —y qué bella la voz de Thais Curiá— si no llegase a empalagar por prolongación y reiteración.
La pieza estrella del montaje es sin duda la final, «Luz verde», en que un trastornado Luis Zahera aborda en el banco a Fele Martínez, mendigo que se ve de esta suerte transformado en improvisado taxista; cierta poética melancolía recorre esta «park movie», valiéndose de la ternura, de la gracia, de los sueños rotos que por un instante cobran vida. Una auténtica gema en la frondosidad del parque.