CON-FUSIÓN DE CONCEPTOS


Raquel Andueza y Neopercusión en el Festival Internacional de Santander, Sala Argenta PFC.

Noche extraña la del martes en la programación del Festival Internacional de Santander. Atraídos por la presencia de la refinadísima soprano Raquel Andueza, nada nos hacía pensar que su programa, cointerpretado con el conjunto Neopercusión, iba a resultarnos de digestión morosa por sus desiguales y hasta discutibles resultados. La propuesta, titulada «A journey beyond time» (por cierto, qué manía la de colarnos la lengua de Shakespeare hasta en la sopa de letras más castellana), consistió en una reinterpretación —prefiero no emplear el peligroso término deconstrucción— de canciones del folklore hispano y americano mediante arreglos para voz e instrumentos percutivos diversos (tam-tam, vibráfono, campanas tubulares, piano amplificado, marimba…). El programa incluía, en concreto, composiciones del músico valenciano Miguel Gálvez Taroncher (Spanish Songbook I) a partir de clásicos como La tarara, La meua chiqueta és l’ama, La llorona o Titiritrán (perdonen que insista, pero lo de Spanish Songbook hablando de canciones como estas me parece tasteless petulancia) y una versión de algunas piezas del Cancionero de Palacio, indiscutible joya hispánica que acabó un tanto maltrecha por los osados arreglos de Neopercusión. La segunda parte del concierto estuvo dedicada a temas populares americanos (incluyendo canciones célebres de Wallis Willis como Swing Low Sweet Chariot o Steal Away) arreglados por George Crumb; aunque, ya puestos, y por buscar una homogeneidad, dado el carácter hispánico de la primera parte, hubiéramos preferido quizá escuchar su ciclo dedicado a los poemas de Federico García Lorca.
Hemos hablado de noche extraña esencialmente por su disparidad: la de tres protagonistas distintos y ningún dios verdadero. La composición musical hacía lo suyo por una parte, los intérpretes lo propio y las obras originales se dejaban invadir. El problema de todo ello consistió en una extraordinaria con-fusión (el guión no es casual) de conceptos, donde nada parecía encontrar su adecuado lugar. Conservar la melodía original en una voz barroca con agresivos arreglos armónicos y tímbricos contemporáneos no fue una afortunada fórmula, y de ese cóctel se resintió la bellísima voz de Andueza, tan sublime y exquisita en acústico, pero que hubo de valerse de micrófono y deformaciones varias para no ser engullida por los aguerridos percusionistas que la acompañaban, por lo demás magníficos  —pues injusto sería no reconocer su extraordinario hacer, bajo la dirección de Juanjo Guillem.
Sin duda, fue una lástima que el ingente trabajo desplegado por instrumentistas y soprano, en verdad admirable, no obtuviera la debida recompensa en resultados. Hubo momentos disfrutables por un mejor empaste y una mayor exhibición de sutileza del conjunto (como por ejemplo en la nana La meua chiqueta és l’ama) y en general sonó mejor y más coherente la segunda parte del programa. Curiosamente, la propina ofrecida como colofón, el Lamento della ninfa monteverdiano, se nos antojó casi lo más grato de la noche, pues Raquel recuperó su voz habitual y Neopercusión realizó un bonito trabajo: etéreo, envolvente, boscoso y evocador, propicio para la pieza maestra que traían entre manos.