AGUA CLARA EN ODRES NUEVOS



Sucinto repaso de la 63 programación del Festival Internacional de Santander (Agosto de 2014).

Claros y frescos ríos, por recordar la feliz canción de Alonso Mudarra, son los que parece han de fluir por las tierras cántabras en el próximo mes de agosto, dentro del Festival Internacional de Santander, cuyas siniestras vicisitudes, fruto de una igualmente siniestra dirección momificada, parecen haber tocado ya a su fin. ¿Se tratara de la célebre luz al término del túnel? Todo apunta a que sí. Con la desaparición, no sin cadáveres en el armario, de los anteriores responsables, cae en nuestras manos una nueva programación, la de esta 63 convocatoria, que sorprende por tres aspectos esenciales: elevadísima calidad general de los intérpretes, integración de músicos cántabros de forma moderada pero natural y cambio bastante radical de concepto. Y es que parece —era ya hora— que comienza a imponerse el conocimiento del entorno musical contemporáneo —escucharemos músicos que están haciendo cosas realmente interesantes hoy a nivel internacional— y con ello a renovarse el repertorio reiterado hasta la náusea con que se nos solía martirizar en las ediciones precedentes —tal vez para disgusto de estolas apolilladas pero en cambio para disfrute de los verdaderos amantes de la buena música, que los hay, y muchos, y de todas las edades, en Santander.
Puesto que comentar en breves líneas la programación completa del FIS sería imposible, intentaré subrayar algunas de las citas que se antojan más apetecibles dentro de una edición en la que hay varias. He apuntado que hay un giro en la programación hacia una perspectiva distinta: más atenta a la música de cámara y a repertorios menos explorados, lo mismo en los ámbitos barroco que contemporáneo. Ello significa una menor presencia de grandes orquestas y ausencia de ópera, tal vez condicionadas por los presupuestos, pero que han sabido sortearse con atinado gusto musical. Entre los «clásicos» no puede obviarse la inauguración con el esplendor vocal barroco a cargo de Gardiner y el Coro Monteverdi o la clausura con la Filarmónica de Londres, que abordará con Jurowski a Lindberg y Bartok, más una Heroica, para no traicionar la tradición; también la Filarmónica de Rotterdam acometerá un Brahms y un Rimsky-Korsakov ya más habituales. Entre los imprescindibles citaría los Brandeburgo de la magnífica Orquesta Barroca de Sevilla, la deslumbrante Venecia de la Akademie für Alte Musik Berlin, el Cancionero de Palacio en la voz deleitosa de Raquel Andueza y la fantástica oportunidad de escuchar a C.P.E. Bach en las cuerdas sublimes de Emilio Moreno y los grandes hermanos Zapico. Ciertas delicadezas tentadoras: la guitarra de Enrike Solinís o las colonias de Harmonía del Parnás, ya en los Marcos Históricos. Me suscita curiosidad el Handel que puedan hacer los espléndidos Il Fondamento en los Jardines de Pereda y también cómo sonará la delicadísima Mullova con música brasileña en su violín.
Acertada también, ya lo he dicho, es la integración de intérpretes cántabros de altura en la programación: Marina Pardo, la siempre deliciosa Camerata de la UC, la ilusionada JOSCAN... Por lo demás, esta edición acoge ballet, aunque hubiera sido deseable apostar por compañías menos vistas y más sugerentes (de nuevo Víctor Ullate), y programación familiar (el inevitable Malikian y un Satie conducido malgré tout por Fernando Palacios).
En suma, se aprecia en esta 63 edición un esfuerzo por reconducir errores, por programar con inteligencia y vigencia y por ofrecer agua clara en odres nuevos, y ello sin reducir la duración habitual del Festival. Disfrutaremos más de un día feliz, seguro.